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Las pequeñas y extrañas criaturas se acercaron al puma mientras Alexia los miraba de reojo con desconfianza.
No les daba buena espina.
Las pequeñas criaturas comenzaron a acariciarlo aunque en realidad parecía que se lo querían comer.
Hasta lamieron un ojo. Si, un OJO.
—¿El reino de la jungla?—preguntó Alexia, tratando de terminar esto lo antes posible.
—No está lejos— le respondió el niño mirándola a los ojos fijamente y se bajó de Chiapa, agarrando la mano de la niña, que también había bajado y bajando a su lado.
Maya iba a seguirlos, pero Alexia habló.
—¿Estás segura Maya? Tengo un mal presentimiento —replicó Alexia
—Tú no confías en nadie, venga—Maya siguió caminando.
—Tal vez tenga razón— suspiró Alexia.
Los dos chavos menzaron a correr rápido, pero muy rápido.
Las mellizas y el mago se subieron al puma.
Ni Chiapa podía alcanzarlos.
—¡¿Pero que comen estos chamacos?!— preguntó Maya
—¡Jaguar probablemente!—respondió Rico agarrado con dificultad del felino.
El puma trataba de alcanzar a los niños, pero no podía seguir el ritmo.
Los siguieron hasta que llegaron a una zona sin árboles, sólo rocas.
—Niños, ¿dónde están?—preguntó Maya mientras Alexia trataba de sentirlos.
Maya sacó su espada mientras Alexia hacía lo mismo.
—Si debe ser...—Maya miró a su hermana.
—Entonces es mi deber—terminó Alexia
—¿Qué es eso?—preguntó Rico curioso por lo que habían dicho las mellizas.
—Oh, es una...—Maya fue interrumpida
—¡Buu!— los niños salieron de pronto, asustando a la princesa menor y al mago, que cayeron del puma mientras Alexia los veía.
