20| El Dios Mictlán

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Al cruzar el portal, llegaron a una escalera de caracol hecha de huesos y empezaron a bajar

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Al cruzar el portal, llegaron a una escalera de caracol hecha de huesos y empezaron a bajar.

—Santo cacao—soltó Maya

—Esto es increíble —asintió Alexia con su espada en alto

—¿Saben? Creo que Chiapa me llama —tartamudeó Rico pero Stefan lo obligó a bajar—¿Qué? Era por su le había pasado algo—caminaban bocabajo —¿Dónde es arriba? Ay, ya no quiero saberlo.

Llegaron a una platadorma con forma de garra y escucharon una risa de loca.

—Esa risa de "estoy loca" me suena—comentó Alexia

—Hola, mis niños—Ah Puch apareció

—Ah Puch— saludó Alexia

—Gracias a los dioses—sonrió Maya

—¿Por qué tardaron tanto?—cuestionó la anciana

—¿Que por qué?—se alteró Rico—¡Enfrentamos a un monstruo de piedra de cuatro brazos!

—Un hijo talentoso—sonrió la mujer

—¿Ya no hablas con tus molestas rimas?—se extrañó Alexia frunciendo el ceño

—Nomás a veces—sonrió Ah Puch

—Ah Puch, quiero que conozcas a nuestros amigos...—Maya dejó de hablar

—Chimi, la trágica Chimi—Ah Puch abrazó a la nombrada—Mi corazón se queda triste por tí. Nuestra naturaleza es observar pero, por tí, metimos la mano.

—¿Cómo sabes mi nombre?—se sorprendió la calavera

—Nosotros te pusimos así, niña, te conocemos de corazón—sonrió la anciana y la abrazó de nuevo

—Me gusta, y es raro—admitió Chimi

—Ay, querido Rico—la mujer apareció junto al nombrado, asustándolo—Chimi tuvo a sus amigos animales, tú nomás a Stefan y tu propia chispa para sentirte acompañado. Qué bueno que ahora tienes amigos, mi niño. Jamás volverás a estar solo, en especial en cuanto encuentres tu valor verdadero.

Lo dejó caer y Alexia puso una mueca de dolor al oírlo.

—Ay, dulce Picchu—se acercó a este—Por mucho tiempo, bailaste con las sombras de tu dolor, pero ahora entiendes la piedad como una gran virtud, Picchu

—Gracias, viejita de la naturaleza—agradeció Picchu

—No sé si enternecerme o alarmarme por todo lo que sabe—comentó Alexia y se encogió de hombros—Iré con la segunda

—Ay, Alexia, Maya—sonrió la anciana llegando con ellas —Recuerdo cuando las enviamos desde el inframundo hasta sus padres. Eran tan inocentes entonces pero ahora no tienes ningún plan. Solo sus talismanes dorados, chicas. Todavía pueden volver.

𝙼𝚒 𝚙𝚛𝚒𝚗𝚌𝚒𝚙𝚎 𝚍𝚎 𝚕𝚘𝚜 𝚖𝚞́𝚛𝚌𝚒𝚎𝚕𝚊𝚐𝚘𝚜 (𝑍𝑎𝑡𝑧 𝑦 𝑡𝑢́)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora