Capítulo 3 parte C

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"Buenos días, señor. Feliz Navidad. ¿Ya se va?" hubo saludado, deseado y preguntado la mucama, mientras le ofrecía una taza de té a su patrón cuando lo encontró a mitad de la sala.

— Buenos días, Ingrid. No. Sólo que...

Terrence no dijo más; y devolviendo la porcelana, buscó salida por la puerta de servicio hacia el patio trasero de la casa; y allá...

— Buenos días, patrón. Feliz Navidad — lo volvieron a saludar y desear.

— Qué tal — respondió el castaño con frialdad al estar buscando algo. — Nick, ¿y mi auto? — cuestionaron.

El pequeño hombre de cabellos canos se puso nervioso.

Aun así contestaba con verdad:

— La señora Granchester se lo llevó anoche.

Con el dato facilitado Terrence irguió el cuerpo y frunció el ceño; luego, se dio la media vuelta e ingresó a su "hogar" nuevamente con cierta prisa y muy molesto.

Y estaba subiendo los peldaños en dos en dos cuando...

— ¡Señor Granchester! — lo llamó la mucama desde abajo.

Terrence detuvo sus pasos para prestarle atención:

— La señora no llegó a casa — confirmó la empleada con rostro apenado.

Del castaño se escuchó un improperio de su original repertorio, golpeó con su puño fuertemente la baranda y reinició su iracunda marcha.

A grandes zancadas, él llegó a la habitación de Susana; y en efecto, la cama estaba intacta.

Aventando la puerta, Terrence se dio la media vuelta para gritar:

— ¡INGRID! ¡INGRID!

— Dígame, señor — contestó la pobre mujer en cuanto lo vio.

— ¿Qué dejó dicho anoche la señora? ¿Dónde era esa dichosa fiesta? — cuestionó notándose severa furia en los ojos del actor.

— No lo sé, señor — se confesó; y confesaría con temor: — En toda la semana estuvo recibiendo llamadas y...

— ¡¿De quién?! — Terrence la interrogó.

— Lo siento, no lo sé — fue honesta; y las manos de la mucama estrujaban su mandil informando rápidamente: — Es que la señora, en el momento en que sonaba el teléfono, no dejaba que nadie atendiera más que ella.

— ¿Y la señora Marlowe sabrá adónde fue su hija? — inquirió el castaño.

— No lo creo, señor, porque precisamente ella ha llamado ya varias veces preguntando por ella.

— Bien — dijo el actor; y tanto gesto como tono de voz cambió para pedir amablemente: — Hágame un favor. Despierte al niño y vístalo. Debo ir a la casa de mi madre.

— Como usted ordene.

Y en lo que la mucama se dirigía para ingresar a la habitación del pequeño, Terrence entró a su recámara y tomó el teléfono.

Después de unos minutos, se cambió su ropa casual por algo más abrigador y de nueva cuenta salió de su aposento; llegó hasta la sala para ordenarle a su empleado:

— Por favor, Nick, salga a la calle y solicite un taxi.

— Enseguida, señor Granchester.

El trabajador salió de la casa para hacer el pedido de Terrence en lo que éste se paseaba por el corredor diciendo furioso y amenazador:

— Ésta vez llegaste muy lejos, Susanita, y más te vale que tengas una muy buena explicación, porque esto no te lo toleraré.

NAVIDAD SIN AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora