Capítulo 5 parte D

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El lugar, a pesar de ser pequeño, era elegante por dentro, pero estaba completamente solo.

Nadie había salido a atenderlos cuando la campanilla de la puerta sonó anunciando su llegada.

Enseguida, Terry localizó una mesa en el fondo, perfecta ubicación para hablar y no ser molestados.

Tomando del brazo a la rubia la condujo hacia allá.

Ahí, él le ayudó con su abrigo.

Y en lo que lo colgaba en un perchero y se deshacía del suyo, ella se quitaba sus guantes y la boina que llevaba puesta.

Liberados de sus prendas, a Candy le ayudaron con la silla; y exactamente, cuando Terrence ocupaba su lugar, el camarero llegó para ordenarle chocolate caliente y rosquillas.

Conforme aguardaban por sus bebidas, ninguno decía nada porque ella se concentró en recorrer el lugar con su mirada.

Primero, ella observó con detención los preciosos candelabros que pendían del techo.

Luego, las mesas de caoba correctamente puestas con su mantelería en color blanco; y sobre éstas, copas de cristal, los cubiertos, un peculiar quinqué y flores de la temporada en el centro.

Después, la rubia miró hacia la barra, sus gabinetes con variedad de licores y los asientos altos alrededor.

De pronto, sus oídos prestaron atención a un vals que se escuchaba bajamente, y la rubia cerró los ojos tratando de recordar su nombre.

Por su parte, Terrence la observaba a ella.

En eso, el camarero llegó con el servicio.

Y al segundo siguiente de estar nuevamente a solas...

— ¿A qué hora sales, Candy? — preguntó el actor dejando fija su mirada en su taza humeante.

Ella se limpió la boca para decir:

— En el tren de las 2 de la tarde.

— Ha sido muy bueno para mí volver a verte — dijo honesto él mirándola fijamente a los ojos.

— Sí — contestó ella y sonrió con cierta timidez.

No obstante, el actor se recriminaba interiormente... ¿Qué acaso, no deseaba platicar con ella?... por lo mismo y comprendiendo que ya no eran más los chiquillos del colegio San Pablo, Terry pediría sin tantos rodeos y de golpe:

— No te vayas — haciendo que la rubia se desconcertara por tal petición.

— ¿Cómo? — ella lo miró.

— No te cases — pidió el castaño y también su mano para atraparla con la suya; empero, se quedó a medio camino al ver que la rubia se reincorporaba en su asiento.

— Pero...

— Sé que soy un egoísta, Candy, y sin derecho a destruir tu felicidad. Ya han pasado muchos años desde que tú y yo... tú sabes... y quiero ser sincero contigo —, él suspiró antes de proseguir, — me propuse a olvidarte porque este amor que sentía por ti, era mucho y me lastimaba en verdad; te busqué no sólo dos veces, pero nunca más supe de ti; supuse que tú, siendo más fuerte que yo, lo lograste. Pero ¿sabes? Me engañé, sí, porque todo este tiempo pensé que lo había conseguido, pero no fue así; y justo el día que te volví a encontrar todo lo que sentía por ti, volvió a resurgir.

— Terry, yo...

— Quédate conmigo, Candy — él pidió nuevamente, — no te vayas de nuevo. Aunque te confieso, que sí llegué a sentir un amor por Susana... amor sincero, porque supo ser paciente conmigo y yo aprendí a convivir con ella... pero lamentablemente ese amor nunca superó lo que yo siento por ti.

— Terrence... yo... no sé que decirte... yo... — la pecosa agachó la cabeza.

— No, no es necesario, creo que lo entiendo. Estás enamorada ¿verdad?

La rubia no contestó, y eso dio pausa a:

— Claro, discúlpame, Candy, por ser tan... presuntuoso e iluso, creyendo que tal vez tú... en fin. Perdóname y olvida lo que te dije.

Ante eso...

— Terry, mi querido Terry — ahora era turno de ella, y extendió su mano para tomar finalmente la de él. — ¿Tanto hemos cambiado? Sí, ya no somos los de antes. Hemos hecho vidas diferentes... aunque yo también te confieso... después de nuestra separación, sufrí; sufrí como no tienes idea; por eso huí; huí de mis propios sentimientos, de todo, de todos; hubo un tiempo de que a pesar de tener a mis amigos alrededor, yo no me sentía a gusto; por momentos sentí que todo estaba en mi contra y me vi abandonada; por eso fue que decidí irme a buscar otro destino para... olvidar; pero se ha demostrado que tanto tú como yo hemos aprendimos a sobrellevar las penas y a vivir de nuevo. En aquel entonces éramos unos chiquillos ignorantes de todo y me alegra saber que cumpliste tu promesa de hacer feliz a... ella; pero sobre todo porque tú lo superaste. Bryan ha sido un buen hombre, amigo, consejero y un buen maestro, a él le debo lo que soy; por eso... no puedo abandonarle; además, de que... he vivido con él... tú comprendes eso ¿verdad?

El actor sonrió ante su revelación.

— Yo también te quise mucho y por lo mismo, no me siento digna para ti... y no, porque no me valore, al contrario, sólo que... no sé... no me gustaría... — Candy se desesperó un poco — no sé ni cómo explicarte esto a ti.

— No lo necesitas, Candy, yo entiendo perfectamente

El castaño inhaló y dejó salir el aire serenamente; más ella...

— Pero tampoco quisiera que ahora que nos hemos reencontrado, dejemos de sabernos amigos y que en cada encuentro, sean para recordar los buenos momentos juntos, ¿no te parece?

— Sí, por supuesto — dijo aquél muy sonriente; — bueno, entonces será mejor que nos marchemos.

Ambos se levantaron de sus lugares, y mientras Candy tomaba su abrigo, Terrence colocaba unos billetes en la mesa, pero antes de abandonar el lugar:

— Odio las despedidas, Candy — confirmó él con toda sinceridad; — y te deseo de todo corazón que seas muy feliz. Muy feliz — pidió Terrence y la estrechó entre sus brazos fuertemente.

No quería dejarla marchar, y Candy lo percibió por un momento se perdió entre el abrazo dado inhalando profundamente su fragancia para llevarse ese recuerdo de él.

Posteriormente, se fueron separando con lentitud para encaminarse hacia la salida; ya estando afuera del lugar, Candy le sugería:

— No será necesario que me lleves, Terry, por favor.

El actor lo aceptó; así que, sin más, detuvo a un taxi que pasaba.

— Cuídate, cuida de Kyle y de tu madre.

— Por supuesto, Candy, tú también.

El castaño abrió la puerta trasera de aquel vehículo para darle paso a ella y la cerró nuevamente.

Candy se acercó a la ventana, y con una gran sonrisa le dijo adiós tras el cristal con su mano.

El actor respondió al saludo del mismo modo y la vio partir esta vez, pero no con el dolor anterior, sino sintiendo una paz en su interior.

NAVIDAD SIN AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora