Capítulo 8: Reyes

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—¿Por qué mierda tengo que comprarme ropa?

Alzo la vista de la revista entre mis manos para observar a un Dylan con el entrecejo fruncido a modo de enojo salir del vestuario. Porta unos vaqueros nuevos ajustados y un poco rasgados, su pecho cubierto por un pullover de color negro que provoca que sus azules ojos y su rubia y larga melena resalten. A pesar de su rostro molesto no deje de poseer un atractivo bastante salvaje que llama la atención de las personas a nuestro alrededor.

Puedo jurar que todas las dependientas de la tienda de ropa le están observando en estos instantes e incluso algunas soltaron quejidos cuando le di una nalgada a Dylan para que entrase al probador.

—Si quieres continuar semidesnudo es la cabaña es cosa tuya, créeme que no seré yo quien se queje. —Esto arrancó un nuevo gruñido de los labios del cambiaformas—. No seas cascarrabias, vas a envejecer más rápido si sigues así, sabes que necesitas ropa y yo no me perdería la oportunidad de verte probarte calzones nuevos o lo bien que esos pantalones ajustan y marcan…—Dirijo mi mirada a su entrepierna y a su trasero—, algunas cosas.

—¡Vete a la mierda! —gruñe Dylan y yo solo sonrío.

Me levanto del sofá donde me encuentro dejando la revista a un lado y me dirijo a los percheros más cercanos donde se encuentran los sacos de vestir y tomo uno de color negro enterizo; imagino que a Dylan le quede bien el estilo semi formal – semi casual. Le entrego la prenda y le vuelvo a señalar el probador para que se la ponga. El cambiaformas tampoco parece tener muchos deseos de discutir así que solo lo hace.

La verdad, no le traje el día de hoy de compras tan solo por la ropa; necesitaba también que hubiese aire entre nosotros, que estuviésemos en algún sitio que no fuésemos las únicas dos personas. La otra noche, cuando volví a morderle, me permití demasiada cercanía; demostré un descontrol de ira que no es propio de mí. Pude haber utilizado la excusa de la mordida y de que gané nuestra primera ronda de batallas para poseer al cambiaformas esa noche y, por lo menos, ganarme algo de su desprecio; sin embargo, cuando fui a pronunciar las palabras, o más bien cuando él ofreció desvestirse, me percaté de que no deseaba eso.

Dylan desbloqueó algo que nunca en mi vida experimenté hasta esa noche: paz, no hubo más pesadillas, no hubo más furia…tan solo una paz tan inmensa que no supe que hacer con ella y terminé refugiándome en su abrazo.

«…para mí no eres más que un mocoso egocéntrico y malcriado que se cree el ombligo del mundo cuando la verdad es que eres un puto cobarde…», «Yo por lo menos admito la verdad Reyes, admito quienes me importan y los que me preocupan, no como tú que te mientes incluso a ti mismo», «Sé que somos dos mentirosos y, quizás, solo por ello, es que llevas tanto tiempo siguiéndome, porque somos iguales». Casa una de las palabras del minino se repite en mi cabeza como si fuese el dialogo de alguna especia de película barata.

«¿Somos iguales?», puede ser, quizás por ello lo elegí a él desde un inicio, porque ambos estamos jugando un papel que trazaron para nosotros. A lo mejor Dylan tiene razón y escondo algo, sin embargo, ni siquiera yo sé muy bien de que se trata.

Solo estoy claro de una cosa, cuando estoy solo con el cambiaformas hay momentos y emociones que no puedo controlar; y es por eso que debo mantener la distancia y frialdad. Tenemos un trato y por ello puedo tener al clan cambiaformas a mis pies; no es necesario complicar la situación con estúpidos sentimentalismos…Yo no soy Logan, no me va el tener pareja y familia, no nací para ello.

—He terminado. —La voz del minino a mi espalda provoca que abandone mis pensamientos y regrese a la realidad.
Al verle sonrío con gusto, la ropa que eligió para el cambiaformas le quedaba como anillo al dedo.

—Acércate—ordeno.

El cambiaformas se mantiene parado en el lugar a muy pocos pasos de mí, suelto un suspiro rogando paciencia y estiro mi mano hasta alcanzar la suya para jalarlo hacia donde me encuentro en pie.

—Mira que eres testarudo. —Tomo su brazo derecho y envuelvo la manda del saco hasta mediación de la extremidad, quizás un poco más abajo del codo, luego de ello repito el mismo proceso con el brazo izquierdo—. Te ves bien.

Y para mi molestia interna es cierto.

—¿En serio es necesario tanto?

—Acabas de recuperarte de tus heridas, vamos a mimarte un poco y así, de paso, tendrás una visualidad muy sexy cuando regresemos al pueblo. —Deslizo mis manos por su pecho y puedo sentir como sus músculos se tensan bajo mi toque, cuando alzo la vista para mirarle a los ojos descubro que Dylan desvía la vista y se muerde el labio, su rostro un poco rojo.

—No puedo pagar esto.

—Lo haré yo. —Saco una tarjeta de mi bolsillo y se la muestro al cambiaformas.

—No puedo aceptarlo.

Suspiro nuevamente, sí que es orgulloso este hombre.

—Págamelo de otra manera. —Voy a ponerme de puntillas para alzarme hacia sus labios y darle un pequeño beso cuando una voz de mujer carraspea su garganta a nuestro lado.

Vuelvo a mi posición actual y observo a la muchacha un poco molesto por la interrupción. La chica es rubia, con ojos marrones y el pelo bastante largo recogido en una trenza; lleva la vestimenta de las trabajadoras de la tienda y noto como pasea su mirada de Dylan a mí con nerviosismo. Arqueo los ojos mostrando mi gran falta de interés hacia ella y le extiendo la tarjeta.

—¡Cobra! —No hay amabilidad en mi voz, es raro; me siento frustrado de no saber porque me frustro.

La rubia se gira para comenzar a caminar hacia la caja registradora, me dispongo a caminar detrás de ella cuando siento la mano de Dylan cerrarse alrededor de mi muñeca y, antes de que pueda reaccionar, me jala con él hacia el interior del probador y cierra la cortina una vez que estamos dentro cortando de esa manera nuestra visión con respecto al resto de la tienda, ahora volvemos a ser solo nosotros.

—¿Pero qué diablos…?

No puedo terminar la preguntar, antes de lo que culmina un parpadeo las manos de Dylan rodean mi rostro; su cuerpo empuja al mío aprisionándome contra la pared del probador, cada centímetro pegado uno junto al otro; su rostro desciende y su boca se apodera de la mía. No hay duda o vacilación en sus acciones, su decisión es tanta que no sé cómo responder al beso luego de unos instantes así que solo me agarro a su saco de vestir.

Mis puños se cerraron contra la ropa de Dylan con fuerza a la vez que este se adentraba en mi boca; su sabor, como siempre, era puro fuego consumiéndome y provocando que sienta como si mi lengua se derritiese bajo la suya; había algo muy distinto en este beso, quizás fuese la buena disposición de Dylan; no lo sé, pero la verdad es que siento como me comienza a faltar el aire. En ese mismo instante, el cambiaformas se retira, aunque mantiene su cuerpo aun pegado al mío. Luce agitado igual que yo.

—Creo que acabo de saldar la deuda de la ropa.

—Pensé que no te gusto minino.

Dylan sonríe como si mis palabras le divirtieran.

—No me gustas, pero te veo más lindo desde que me percaté que solo eras un niñato con rabieta.

Y antes de que pueda decirle algo más sale del probador y comienza a caminar hacia la caja registradora. Camino detrás de él, pero mis sentidos continúan un poco ofuscados por sus palabras y me cuesta un poco concentrarme en lo que me rodea.

Cuando siento una pequeña molestia en los ojos proveniente de la ventana es que alzo la mirada y me doy cuenta del brillo cegador dirigido a nosotros, sin embargo, no es el brillo de cualquier cristal, sino el de una mirilla.

Esto fue suficiente para hacerme reaccionar, lástima que fue muy tarde. Tan solo me dio chance a tomar a Dylan y arrojarlo al suelo, pero el sonido de los disparos ya había perforado en la tienda; solo se escuchaban los cristales rompiéndose y yo solo sentía la bala atravesando mi piel.

Pasiones Salvajes [#4 Pasiones-BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora