El final del arcoiris

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Había pasado ocho meses desde el glorioso día en que su familia había llegado  vivir con él,  todo se habia presentado con un halo de magia desde entonces, incluso en muchas ocasiones el pelirrojo dudaba si no estaba soñandolo todo, pero no, él no habia soñado ña primera mañana de Navidad de sus hijos en su casa, no había soñado las guerras de bolas de nieve ni las risas que llenaban cada rincón de los terrenos de la casa. Y por supuesto que no había soñado el maravilloso día en el que Catalina le había confirmado que serían padres otra vez,  volviendo realidad uno de sus sueños mas preciados. Ella había cumplido a medias sus amenazas, le había permitido participar en cada segundo posible del embarazo, e incluso le había pedido algunos antojos, pero muy en contra de sus dichos, no le había hecho la vida miserable para nada, miy al contrario, ella lo hacía feliz en cada momento, con cada segundo compartido compartido con él.  Charlie era feliz,  mas feliz de lo que creyó merecerce algun día.

Charlie se apareció en los límites de lo que antes era su pequeña casita, ya que después de la llegada de su esposa e hijos, habían decidido ampliarla, colocando una losa sobre la que edificaron un segundo piso, en el que ahora estaban las habitaciones. La vida le había cambiado de una manera muy favorable, sus días se habían llenado de magia y su esposa era culpable de eso, ella lo llenaba de sentimientos que no hacían más que sorprenderlo, día con día y sus hijos... bueno... no había nada que pudiera decir de ellos que pusiera expresar una parte de los mucho que significaban para él. Damira y Lucía se habían vuelto muy cercanas y Daniel se había afianzado en su papel de hermano mayor, ahora con cuatro años y seis minutos más que su hermana, intentaba marcar su lugar, fallando rotundamente al ser doblado en número por las niñas. Charlie sonrió al acercarse y escuchar música salir de la sala de su casa. Semanas antes su padre le había regalado a las niñas un aparato de música muggle, los gemelos habían encontrado la manera de hechizarlo que para que funcionara como si estuviera conectado a la red y Catalina y los niños lo usaban continuamente, tratando de no llamar la atención, se acercó a la puerta y la imagen lo dejó paralizado por la emoción: en la sala, los niños bailaban con su madre, quien todavía mostraba destreza, a pesar de estar embarazada de cinco meses. La rubia levantó los brazos, siguiendo el ritmo y al girarse lo vio.

-Inviten a papi a bailar- sugirió la mujer y los tres niños voltearon hacia la puerta para ver a Charlie y correr hacia él, arrastrándolo hasta la pista improvisada en la que se encontró de frente con su hermosa esposa, como siempre, apoyó las manos en el vientre de ella y sonrió al sentir una pequeña patadita de su hijo, él agacho la cabeza y robo un beso a Catalina antes de empezar a bailar con sus hijos por la sala. Así los encontraron los señores Weasley un rato después, cuando fueron a invitarlos a cenar en la Madriguera, ambos adultos sonrieron ante la escena. Quien hubiera pensado que un virus, que se había cobrado tantas vidas mágicas, iba a ser también el factor clave para que esas personas tan heridas se unieran otra vez y pudieran formar esa familia tan hermosa. Los caminos de Merlín eran sinuosos pero certeros.-

Fin

El polvo de hadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora