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Pov.Narrador/ra

Un nuevo día aparecía en aquel oscuro lugar, los pajaritos a pesar de lo aterrador que se veía aquel inmenso castillo se acercaron a una de las ventanas de este y comenzaron a cantar sus melodías despertando así a un joven albino de ojos bicolores.

El chico estiro su cuerpo con gracias tratando así de deshacerse de toda la pereza que este poseía, miro a las pequeñas avesillas las cuales le miraban posadas en la ventana, les regaló una sonrisa para luego acercarse a estas y saludarlas, no sabía el por qué pero desde que llegó a ese horrible lugar aquellas aves iban a despertarle todas las mañanas.

—buenos dias pequeñas.— acercó su mano a uno de los animalitos, el cual gustoso se posó en su dedo y empezó a cantar con alegría, esto no hizo más que hacer reír al joven —tambien me alegra verles chicos.

El de cabello blanco con mechitas azules y rojas maravillado a la pequeña que cantaba aquellas dulces melodías que sólo su especie podía hacer, aveces llegaba a tener envidia por el pequeño ser que seguía en su mano.

Envidia de sus hermosas alas.

Envidia de su hermoso canto.

Envidia de su libertad...

Miro hacía la enorme ventana por donde había entrado el ave de plumaje blanco y rojo, como le gustaría salir de ahí, ir a ver a su padre y a su familia. Pero lamentablemente lo tenía prohibido, estiro la mano que no tenía al animalito e intentó sacarla por la ventana pero esto fue inútil, un campo de fuerza impidió que la sacara.

Soltó un pesado suspiro para luego mirar con tristeza al ave.

—creo que es mejor que te vayas, "el" no tardará en despertar y venir a verme.— dijo mientras que movia con delicadeza su mano —sabes que no le gustan los animales.

El ave vatio sus alas impulsandose así en el aire, miro una vez más al joven americano para luego irse por la ventana dejándole nuevamente sólo.

El chico miro como su pequeño amigo desaparecía en el inmenso cielo azul, se alejó de la ventana y se acercó al enorme clóset el cual su "compañero" le había dado para que guardará su ropa, la cual no era nada más y nada menos que ponponosos y elegantes vestidos dignos de hermosas princesas, pero no de un príncipe como él.

Pero ¿que podía hacer? El pelirrojo ya le había dejado en claro tiempo atrás que si no le obedecía recibiría un castigo el cual no era para nada bonito.

Tomo uno de los varios vestidos que tenía y se dirigió a su baño personal en donde tomo una larga y relajante ducha para finalmente ponerse aquel vestido de un color azul pastel.

—cariño~ — aquella voz causó que un escalofrío recorriera toda su espina dorsal —el desayuno ya está listo.

El chico no contesto, simplemente se quedó callado mientras que oía como el mayor se alejaba de la puerta, apretó sus puños con impotencia, odiaba a ese hombre, lo odiaba con todo su ser.

China, un hombre alto de piel blanca y cabello rojo con leves manchitas amarillas, tenía ojos de un color ámbar el cual se asemejaba a los de un depredador, aquel hombre era un peligroso y poderoso mago, aún recordaba la primera vez que le vio.

En ese entonces él era el hijo mayor del reino británico, se supone que tomaría el lugar de su padre y gobernaria junto a su esposa o esposo, pero no, por culpa de aquel mal nacido tenía que estar día y noche encerrado en un castillo, tratando de escapar constantemente de los acosos de un loco.

Continuara...

"Erase una vez..."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora