VII

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No sé cuanto tiempo ha pasado desde que me he quedado dormida, tallo mu ojo derecho mientras me levanto de la cama y me acerco a la puerta.

Se escuchan pasos por fuera, pero ninguno de ellos parece tener la intención de entrar. Salgo de la habitación colocándome el abrigo delgado que usaba al llegar al hotel, sigo a los demás escaleras abajo hasta llegar al área común donde me encuentro rodeada y siendo empujada por una multitud que eleva sus cabezas hacia el balcón en el que El Sombrero me había dado la bienvenida a la Playa.

— ¡Es casi el anochecer! —grita un chico elevando el brazo izquierdo. — ¡Es hora del juego!

— ¿Qué? —pregunto sin entender que es lo que esta pasando; en realidad no entendía nada.

— ¡Es tiempo del banquete! —se escucha otro grito a lo lejos.

Avanzo a paso lento siendo guiada por los gritos, todos se ven apurados como si se tratase de alguna carrera de la cual no estoy enterada de ser una participante.

¿Dónde está el auto? ¿Tiene gas? ¡Eres un idiota! ¡Deja la escopeta en paz! ¡No olvides el cargador de repuesto!

Son gritos que logro distinguir de entre la multitud hasta que entre ellos uno sobresalió como si de un grito de batalla se tratara.

— ¡Enciendan la hoguera!

Y fue entonces que logre ver como en el exterior del edificio principal, cerca de la piscina una gran flama se hizo presente, hay personas afuera gritando y en el interior no es diferente. La multitud guarda silencio cuando El Sombrero hace su gran entrada, vitorean por él, es como su pequeño guía en este pequeño y absurdo mundo lleno de locura y muerte.

— ¡Damas y caballeros! —llama la atención de todos como si no fuese suficiente que este sobre nosotros en su balcón. — ¡La noche está una vez más sobre nosotros! —en verdad habla como si se tratase del dueño del lugar. — ¡No decaigan! ¡Esta es una batalla de miedo! ¡Yo sé que tienen el coraje para derrotar a la calamidad! ¡Tienen la tenacidad para protegerse de la desesperación! ¡En el momento cuando tienen que creer en la voluntad de vivir... ustedes pueden hacerlo!

Una vez más la multitud grita por él, levantan los puños en el aire; los observo con curiosidad, quiero grabarme cada uno de sus movimientos para poder comprenderlos e imitarlos cuando sea necesario.

— ¡Todo es por el bien de la Playa! ¡Para una causa mayor! ¡Luchen, mis camaradas, luchen!

En verdad habla como si fuera el líder de un culto, una vez que logras comprender quien es el sombrerero y su meta, también entiendes que sus palabras son una farsa, que su supuesta utopía es una mentira. Para él no somo más que soldados, marionetas que recolectan cartas y quienes cosechan las recompensas son los que tienen poder, El Sombrerero tiene poder sobre los habientes de la Playa, sobre mi. ¿A caso no se dan cuenta de eso? ¿En verdad piensan en conjunto como una colmena?

—Que basura... —murmuro y siento un escalofrió recorrer mi espalda; ladeo levemente la cabeza y por el rabillo del ojo soy capaz de distinguir una cabellera blanca.

Aun así nos hacen elegir papeles al azar y nos reúnen en equipos. Subo a un auto con otras personas, todas hablan y bromean entre ellos; llegamos a una pequeña feria donde después de unos minutos el juego da inicio.

Dificultad: Seis de picas.
Regla: Todo el mundo es una cebra.
El juego se completara cuando todos los depredadores sean derrotados.

No encuentro un lugar donde ocultarme, somos rodeados por felinos de gran tamaño; entre ellos distingo a un león macho y dos hembras devorando a alguien de mi grupo, dos hienas cazan a otro y puedo escuchar como grita por ayuda. Me dispongo a ayudarlo cuando alguien le dispara a las hienas y a él.

—Te salve de tu sufrimiento, si eres un alma débil lo menos que puedes hacer es morir como cebo —es un hombre con una camiseta negra, pantalones camuflados y su cabeza esta rapada.

— ¡Cuidado! —advierto cuando un león se acerca a él y antes de que cualquiera de los dos haga un movimiento el animal se encuentra en el suelo muerto.

Giro la cabeza en dirección del disparo y de uno de los juegos mecánicos distingo a un chico con un arma, quizá nos seleccionaron al azar para formar los equipos de juego, pero dudo ser de ayuda en este juego de picas. No soy capaz de matar a ni uno solo de los depredadores que planeaba cazarnos y a pesar de la dificultad, termina de manera rápida con ayuda de las armas que tiene el grupo.

Camino lentamente siguiendo al equipo, realmente somos menos los que estamos por volver que los que llegamos hace menos de una hora.

— ¿Los creadores de este juego no pensaron que tendríamos armas? —pregunta el chico que le disparo al león. —Se suponía que era un seis de picas —pasa a mi lado apartándome con un empujón. Me quejo por lo bajo y él gira la cabeza. —No te había visto —acerca su rostro al mío y agacho la cabeza ante la incomodidad. Con la punta de su arma eleva mi mentón y nuevamente su rostro se encuentra a un par de centímetros del mío. —Eres la recién llegada, ¿no?

—Mi nombre es ______ —digo evitando verlo por lo que mi mirada queda fija en el hombre robusto con pantalones camuflados.

—Niragi —murmura en mi oído y aparto la cara, él retrocede un par de pasos.

— ¿Terminaste de jugar? —pregunta el hombre a quien he estado mirando.

—Aguni —Niragi le sigue dando la espalda. —No eres nada divertido.

—Tenemos que irnos —menciona Aguni. —Quiero volver para cenar.

Niragi me observa de arriba a abajo y puedo ver como la comisura derecha de sus labios se eleva para formar una sonrisa retorcida para después alejarse. Suelto el aire que desconocía que estaba sosteniendo, los sigo hasta los autos donde a diferencia que la primera vez, ya no estamos apretados ni uno sobre el otro. Mientras avanzamos en la oscuridad siento la mirada del chico con poco respeto sobre el espacio personal sobre mi y en un momento, sin siquiera planearlo mi mirada se encuentra con la suya, la aparto de manera inmediata y observo a través de la ventana para darme cuenta de que Niragi es el chico que golpeo mi cabeza la primera noche que llegue a Borderland.

Into the MADNESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora