CAPITULO 13

315 66 11
                                    

Durante lo que quedaba de noche Joel y yo continuamos con nuestra conversación. Exponiendo puntos en específico de las cosas que no nos gustaba hacer pero siempre terminábamos haciendo, imitando a los demás solo para convivir y encajar en la sociedad. Nuestra forma de pensar y ver las cosas eran muy parecidas. Fue como encontrar a esa persona que quizás podría ser tu alma gemela, en teoría. Dónde tu mencionabas alguna cosa y el automáticamente respondía lo que tú esperabas escuchar.

No quería pensar en Erick, pero eso era prácticamente imposible. El seguía ahí observándome a lo lejos. Estaba molesto pero no tenía porque estarlo, no tenía derecho alguno y yo no tenía porque sentir miedo. Yo era tan libre como el.

Me distrage por un momento divagando en mis pensamientos y Joel lo notó.

—Estás bien? necesitas algo? —me preguntó en un tono que según yo parecía preocupado.

—Solo quiero salir de aquí —le dije neutral.

—De acuerdo salgamos de aquí —no dudo en responder, como si el también deseará lo mismo .

—A donde vamos? —le pregunté curioso. Sin perder de vista a la personita que atormentaba mis pensamientos.

—Te gusta el café? —me observó con el ceño ligeramente hundido —conozco una cafetería a unas cuadras de aquí podemos ir allí —sugirió.

—Un café está más que perfecto —acepté.

—Dale vámonos —mencionó emocionado.

—Supongo tendremos que caminar a esta hora el transporte ya no pasa por aquí —me quejé.

—Nos iremos en moto.

—¡¿Quee en moto?! —me apresuré a responder.

Yo nunca me había subido a una moto. Sí lo sé, como es posible que un chico de 18 años nunca se halla subido a una moto, pero no soy de deportes extremos, con que trabajó y papá se las arreglo para enseñarme a andar en bicicleta sin las rueditas traseras. Mi bicicleta me odiaba, las cicatrices que me dejó cada caída aún permanecen en mi cuerpo. Obviamente eso no se lo comenté a Joel. Moriría de vergüenza si lo supiera.

Que infancia la mía, que trauma.

Dio dos pasos al frente y aclaró su garganta. —Sí, en mí, moto —confirmó. Me mostró sus llaves y jugó con ellas como si quisiera presumir un poco el que fuera un chico motociclista.

Mientras pensaba si era buena idea aceptar irme con un chico al que apenas acababa de conocer y lo peor tener que subirme a una moto. Un poco de fobia invadió mis pensamientos. Pero no tenía opción, no quería seguir ahí, me armé de valor y acepté.

—Está bien, vámonos, maneja con precaución ok —le pedí ocultando mi preocupación.

—Seguro —afirmó. —Soy un experto en manejar de noche no te preocupes, mi moto está en el estacionamiento vamos —hizo un ademán con la mano para que lo siguiera.

Erick observaba a los lejos mi desplazamiento y enarco una ceja. Pero no me molesté en demostrar interés en el. Ni siquiera pensé en despedirme de nadie. El estaba demasiado ocupado sonriendo con Irlanda y otros amigos. Y de Villery, lo olvide por completo.

Estabamos en el estacionamiento a punto de irnos y me lo pensé dos veces antes poner mi trasero en la moto. Joel ya ce encontraba arriba y me invitaba a subir, su cara me inspiraba confianza así que decidí subir aunque por dentro moría de miedo. Al hacer el arrancón me aferré de golpe a la espalda de Joel enterrando mi cara en la misma, me puse rojo, estaba muy avergonzado, rápidamente alejé mi cara, pero mis manos no respondían tenía miedo de caerme, y entonces Joel con una de sus manos tomó las mías en un gesto amable las unió como si no le incomodara que prácticamente lo estuviera abrazando como una chica débil y asustada.

Era una situación muy incómoda pero mi miedo pudo más y me quedé en esa posición. Sin importar lo demás.

Después de unos minutos de viaje por la ancha carretera donde lo único que lograba ver en la oscuridad eran árboles, luces de coches y algunas casas y edificios, me relajé un poco poniendo toda mi confianza en el. Andar en moto no era tan malo como pensaba solo es cosa de atreverse. El aire fresco rozabá mi cara haciéndome sentir mejor, el clima era estupendo me sentí tan relajado como nunca antes me había sentido. El se percató de que lo estaba disfrutando y aceleró la velocidad.

Realmente me sentía bien. La oscuridad, el aire fresco, y la velocidad se convinaban muy bien.

DIECIOCHO MOMENTOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora