EPÍLOGO.

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Epílogo

Eris Farrera.

¿Alguna vez alguien ha muerto de tristeza?

Sí, Daniel un chico de dieciocho años murió al no soportar la pena de perder al amor de su vida. Erick no quiso vivir sin el, y Daniel no quiso quedarse sin el. En definitiva ninguno de los podría a ver vivido el uno sin el otro. La última vez que hablé con Daniel fue frente a la tumba de mi sobrino. Allí mismo donde ahora el se encuentra enterrado. La decisión de enterrarlo junto a dónde yace el cuerpo Erick no fue solo mía, si no de la demás familia también. Una de las personas que más me sorprendió que apoyara la idea fue mi hermano. Con la noticia de las lamentables muertes, el padre de Erick se llenó de culpa y remordimiento por haber tratado a su hijo como una mierda de persona. Demasiado tarde el arrepentimiento ya no servía de nada, si no al contrario ahora debe vivir con el remordimiento de no haberse despedido en vida de su único hijo Erick Farrera. Mi relación con el no ha cambiado y ni me apetece que lo haga. Lo dicho y hecho ya está y debemos acostumbrarnos a vivir con eso. Y si lo digo de esta manera tan fría es por qué yo ya pasé por una situación parecida, y no es que no me duela tanto e igual como a los demás. Me dolerá hasta el día de mi muerte, hasta ese día tendré que cargar con este dolor. Pero eso sí, más halla de la muerte nunca la olvidaré, nunca los olvidaré.










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