Capitulo 32

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Estaba tan sumido en mis deseos carnales de hacer todo lo que fuera posible con él, que no me percaté del momento en el que se me montó encima.

Sí, el enigmático Erick Farrera estaba montado sobre mi, en esa posición que siempre me había correspondido.

Sorpresa total.

Tenerlo sobre mi en esa posición tan inesperada y nunca imaginada. Me voló la cabeza.

—¿Que sucede Esquinca?, ¿acaso te he puesto tensó? —apretó los labios, reprimiendo una risa por mi reacción.

—Lo has hecho —dije sin rodeos.

—¿Y te gusta? —su voz fue algo ronca y sensual.

—Me gusta —admití por lo bajo.

—¿Te gusta que esté sobre ti?

—Me fascina —le dije mientras le daba una suave mordida a mi labio inferior.

En eso mis manos tomaron rumbo a sus caderas, y luego bajaron hasta sus nalgas. Me detuve justo ahí y las apreté con fuerza, pegándolo más a mi abdomen. Con la intención de encajar más, y poder sentirlo más. 

Por el silencio en el que se sumió, supe que fue algo muy inesperado para el. Pero bien, como dicen por ahí para que te metes a jugar si no vas aguantar.

—¿Que pasa Farrera, sorprendido? —le pregunté en el mismo tono sensual que el había utilizado hace unos momentos.

Vaciló un instante.

—Me prende —dijo casi como una invitación a hacerle lo que yo deseará.

Tenía muchas cosas en mente. Y una de ellas era...

Está vez tenía el control.

Yo tenía el control sobre el. Y eso me gustaba y me excitaba mucho. Más de lo pude haber creído.

Con toda malicia lo tome del cuello y lo acerque para quedar frente a frente en la mas mínima distancia. Le hice creer que lo besaría al instante, el abrió los labios para recibir mi beso, pero no llegó, en cambio lo que hice fue una lamida lenta y retadora con la punta de mi lengua a sus labios, desde el inferior hasta el superior, y luego con todo el descaro me lamí los labios para excitarlo aún más.

—Así que tienes planeado torturarme —apretó la mandíbula. Para disimular lo impaciente que estaba.

—Un poco —le susurré al oído. Mi boca presionó su oreja, y después pase a darle una leve mordida.

—Pues torturarme todo lo que quieras —lo soltó en un incontenible sexy jadeó.

Escuchar esas palabras me excitaron más de lo que ya estaba, y es que yo aún no terminaba por asimilar que lo tenía montado sobre mi, en ocasiones apretaba con fuerza su trasero para asegurarme de que era realidad.

Mi mano se escabulló dentro de su camisa, que para mí suerte era de la tela que se podía estirar, así que no fue necesario quitársela por completo, al menos no por el momento. La palma de mi mano tuvo el honor de poder recorrer una vez más su abdomen, sus pezones, y su espalda. Me estaba asegurando de prolongar por más tiempo el beso que ambos deseábamos. Ese era mi objetivo principal. Este momento me lo quería gozar por más tiempo del previsto. Me excitaba y divertía que por primera vez el estuviera tan sumiso ante mis acciones. Y que durante estás no había rechistado ni un poco. Eso me alentaba a continuar.

Una sonrisa de satisfacción se me formo en los labios. Una sonrisa sensual, incitadora, pícara y sobre todo muy maliciosa en el buen sentido claro. Me imaginé siendo todo un macho alfa y metérselo con ganas y sin delicadeza, y así escuchar sus gemidos de dolor y a la vez placer.

Sí, mi mente estaba volada. Quería hacerle tantas cosas. Pero ya debía dejarme de rodeos y empezar la acción, por qué duró ya estaba y de tanto imaginar cosas podría venirme solo. Dude del poder soportar más tiempo.

Busque sus iris, sus pupilas dilatadas. Esos ojos negros brillando con deseo, me rogaban BESAME. Tome su rostro con la mano que tenía libre, su nariz rozando con la mía, le sonreí en los labios que también rozaban con los míos. Y fue ese rose lo que desató que estampara mis labios en los suyos. Lo bese, y por un buen rato nos fundimos en ello.

Un beso tiene el poder de hacerte olvidar la mierda que te atormenta todos los días.

Claro, siempre depende de a quien pertenecen esos labios. Un beso con la persona adecuada.

Eché la cabeza hacía atrás, me dejé llevar por el beso y por un momento deje que el tuviera el control. Pero solo fue por un momento, porque esa posición ahora era mía. Llevar el control ahora era mi trabajo.

Sin pensármelo más. Le quite la camisa, mientras el me miraba ansioso. Mi mano desabrochó el botón y bajo el cierre de su pantalón, que por suerte tampoco era de la tela ajustada y apretada, metí fácilmente mi mano dentro del bóxer y lo tome. Tome su miembro y lo saque. La palma completa de mi mano hizo presión sobre el mismo. Sus labios se entreabrieron para soltar un jadeó silencioso, su mandíbula se tensó de nuevo, y su expresión se volvió sería. Con mi otra mano libre desabroché y baje mi propio cierre, metí mi mano en mi bóxer y lo saque también, tan duro como el de el. De un tirón un poco agresivo lo acerque más a mi abdomen. Me las arregle para poder sostener ambos con la misma mano, y lograr el rose. Me detuve en seco al sentirlo junto al mío, pero no fue por mucho tiempo, comencé a hacer movimientos lentos causando fricción entre ambos. El pareció entender lo que quería lograr y como buen sumiso hizo que sus caderas se movieran de adelante hacia atrás, para ayudarme a que el froté fuera más sincronizado. El desliz era duro y caliente. Experimentar el rose de la piel de su miembro contra el mio, sumado al ligero líquido transparente que brotaba del mío cumplía con la función de lubricante. Un lubricante de muy buena calidad por cierto. Hacía presión entre ambos constantemente. Se me ocurrió sumarle algo más, mi pulgar roso esa zona extremadamente sensible. La punta.  He hice movimientos circulares en ella. Estaba tan concentrado en ello, cuando escuché su voz excitada.

Entre gemidos soltó una sexy maldición. 

Yo solo sonreí y continúe mi trabajo.

Cuando en eso el ya se había venido antes que yo. Y sobre mí.

Todo su cuerpo estaba tenso. Gruño con un tono contenido, áspero y sensual. Volvió a gruñir, y a mi me encantaba escucharlo.

Su mano tomo parte de atrás de mi cabeza y hundió su cara en mi cuello para ir directo a besarlo, chuparlo y morderlo, así como también su mano se metió entre mi cabello apretándolo con fuerza. Ese fue el detonante para que antes de que sus espasmos terminarán y comenzarán los mios.

Mi corazón latía con rapidez. Aún no me creía lo que acababa de hacer.

Bese su frente y cerré los ojos con fuerza, disfrutando de tenerlo pagado a mi por un segundo más. Su sexy voz volvió a resonar en mi oído y jure grabarmela como mi mayor tesoro.

—Ahora estoy más seguro que nunca que no nacimos para ser solo amigos.

Esa sonrisa tan característica de el apareció en sus labios, estaba satisfecho.

Yo lo había hecho sentir satisfecho.



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