CAPITULO 17

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—Erick, para por favor —le supliqué tratando de que mi voz saliera lo más natural pero estaba tan excitado que me fue imposible.

¡Mierda! Maldije por lo bajo.

Mi tono de voz  era frágil y jadeante, hasta el punto de no poder hablar bien, eso me apenaba mucho, más de lo que ya estaba.

—Hasta este punto no creo que pueda parar. Ya no puedo. Ya es demasiado tarde Dani, no ay vuelta atrás — pronunció serio y firme. Demasiado concentrado en lo que planeaba hacer.

Su voz excitada era de lo más sexi y estremecedor que había escuchado en toda mi vida, no se trataba de su voz de costumbre, no se trataba de la misma que había escuchado la gran parte de mi vida, la que usaba cuando se enojaba conmigo por alguna estupidez, ni siquiera la que usaba cuando coqueteaba conmigo, no, ninguna de esas. La había cambiado por un tono único, entre ronca, sensual, hipnótica y pícara que al escucharla sin duda volvería loco a cualquiera. Era hipnotizante, fácilmente podría tener ese poder para no negarte a cumplir con cualquier cosa que pudiera pedirte. Sus ojos brillando junto a sus negras pupilas dilatadas, su voz sensual, su cabello negro desordenado, su piel pálida pero calida, su cuerpo en sí a pocos centímetros del mío. Todo en el era fascinante. Era lo que siempre había deseado y hoy por fin lo odtenia. Por fin podría ser mío. Se trataba únicamente de el, solo el podía hacerme sentir sensaciones inexplicables, con solo tocarme, y escucharlo hablar, solo el.

Sus manos me tomaron por la cintura, me sentí encerrado entre sus brazos, encerrado en un lugar del que no deseaba salir. Que contradicción.  Me había atrapado. Sabía que no me dejaría ir. Yo sería suyo y el sería mío. 

Al estar frente a frente el momento se volvió aún más vergonzoso, o al menos solo para mí, al parecer. Me sorprendió tanto su seguridad. Se que en el fondo estaba nervioso pero trataba de no hacérmelo notar. Abandono mi cintura y sus manos viajaron a mi rostro, me contempló por unos segundos y después beso mis labios, un beso apasionado lleno de deseo y sed de querer aún más que un solo beso. Nuestras miradas tropezaron y me perdí en el infinito de sus ojos negros. Esos ojos negros por los qué tantas veces había suspirado y llorado.

Su mirada intensa, y sensual, trasmitía el deseo de hacerlo de cuántas formas fueran posibles, o cuantas veces fueran necesarias. Si pudiera definir su mirada en una sola palabra sin duda sería, deseo.

—Te deseo —susurró en mi oído dando fe a lo que había pensado hace segundos atrás.

Por instinto llevé mis labios a los suyos para luego bajar lentamente a su cuello dejando delicados besos
húmedos con el aliento cálido. Su boca se despegó de la mía para soltar un bajo sexy gemido. Sin más que hacernos esperar nos movimos sincronizada mente para terminar sobre la cama, quedando sobre el, bese, toque, y lami su cuello bajando a su pecho. Tenía que disfrutar al máximo ese delicioso buffet, ese con que siempre fantaseaba.

En un instante las posiciones habían  cambiado y ahora el estaba sobre mi, sorprendiendo, quitándome el control. Nuestros cuerpos tan cerca sintiendo el calor que emanaba de ambos, respiraciones aceleradas y cuerpos estremecidos, me impedían pensar más allá del mágico momento. Desde ese punto se veía de lo más sexi sobre mi, sintiendo lo duro que ya estaba contra el mío.

El calor era insoportable, empezó a quitarse la ropa hasta quedar completamente desnudo. Su piel lucía tan pálida e irresistible, que deseaba con ganas sentirla contra la mía, cada uno de sus muslos me eran perfectos todo en el era tan hermoso y llamativo. Hace tiempo había escuchado una frase que en ese instante invadió mis pensamientos: "dicen que tú eres arte entre los ojos de la persona correcta", pero el sería arte ante los ojos de cualquier persona, de eso estaba seguro.

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