CAPITULO 30

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Me quite la vergüenza y salí de mi habitación para desayunar con mis padres como era nuestra costumbre.

Durante estos días la tensión era muy incómoda en la mesa y en cualquier otra parte de la casa, el tema de mi sexualidad no se había vuelto a tocar, era como el tema prohibido, mi padre había cambiado su forma de ser conmigo al igual que mi madre. Se alejaban de mi y no me dirigían la palabra para nada, aún así mi desayuno estaba servido en la mesa como de costumbre. Tome el tenedor para llevarme el primer bocado a la boca pero mi subconsciente lo rechazó.

Golpeé fuertemente la mesa con mis manos haciendo que todo lo que estaba sobré ella se tambaleara y rebalsara.

La sorpresa fue notoria en el rostro de mis padres.

Se dignaron a mirarme a la cara. Estaba enojado frustrado, quería gritar tantas cosas.

—Porque no dicen nada —les reclamé con remordimiento —papá dime algo, insultarme siquiera, golpéame, córreme de tu casa, di que ya no soy tu hijo, pero háblame por favor —le pedí a punto de  lágrimas.

Tardo unos segundos en mencionar algo pero lo hizo.

—Estoy tratando de asimilar que mi hijo es gay, maldita sea Daniel como quieres que esté, brincando de emoción yendo contigo a comprar maquillaje y luego a la estética para que te pongas uñas —respondió eufórico, y sus palabras dolieron tanto y como si me fueran golpeado con un objeto en el pecho. Justo así lo sentí.

Se levantó bruscamente de la mesa arrojando los  cubiertos, para luego desaparecer tras esa misma puerta que lo alejaba de su vergonzosa realidad.

De su hijo homosexual.

Mire a mi madre quien solo lloraba en silencio como de costumbre, sabía que no hablaría así que me retire dejándola sola.

Me encerré en mi cuarto y permanecí horas tirado en la cama con la mente en blanco, hasta que su rostro hizo presencia en ella, quería llamarlo para escuchar su voz como consuelo, pero aún estaba molesto con el, mi bandeja de mensajería tenía muchos que me había enviado y que yo no respondía aún, solo los leía y lo dejaba en visto.

Típico cuando te enojas con alguien dejarlo en visto, desactivar la vista de hora de última vez, borrar tu foto de perfil, bloquearlo, todo lo que implica ignorarlo.

Se lo tenía bien merecido.

Y de repente la trágica historia que Eris me había contado invadió mis sentimientos.  Tome rápidamente el teléfono y lo llame de inmediato.

Siempre vivo con miedo a perderlo.

—Erick —pronuncié su nombre.

—Me alegra que hayas llamado —respondió feliz.

—¿Como estás? —le pregunté.

—Triste, porque me ignorabas, ¿pero lo tenía merecido cierto? —aceptó su error.

—Si, pero creo ya fue suficiente.

—Si que lo fue, ¿como estás?.

—Mis padres ya saben que soy gay —le solté.

—¿Quee?, ¿y porque no me lo dijiste antes?.

—Eso era lo que  planeaba hacer ese día pero con lo que paso no me dio chance.

—Soy un idiota. Lo siento de verdad.

—Si ya déjalo.

—¿Como lo tomaron?, ¿También saben de nuestra relación? —inquirió intrigado.

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