Capítulo 11.

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Hay momentos en la vida en los que solo quieres escapar, momentos en los que te sientes encerrada entre las cuatro paredes de una pesadilla horrible. Ahora no solo estoy atrapada en pensamientos del pasado, sino que el presente se ha vuelto una montaña rusa entre mentiras y secretos. No sé qué debo hacer o como, solo pretenderé que todo sigue igual, seguiré fingiendo que todo está bien aunque todo sea una mierda. Si he vivido prácticamente toda mi vida así, qué más da hacerlo un poco más.

—¿En qué piensas? -la voz de Kyle me saca del limbo en el que me encontraba.

Después de estar alrededor de dos horas eligiendo un lugar decente para salir nos encontramos en un bar cerca de la playa. Los chicos están bailando y tomando a más no poder y yo me encuentro sentada en la arena perdida en mis pensamientos, y disfrutando de una maravillosa vista nocturna.

—En nada. Solo... intento convencerme a mí misma de que todo estará bien -toma asiento a mi lado y nos quedamos en silencio por unos minutos. Agradezco que no diga nada, no sabría cómo decirle a alguien que mi padre es un matón mentiroso, que a mi hermana la mataron por una supuesta venganza y que ahora posiblemente toda mi familia está en riesgo de ser asesinada.

Bonita historia. Y conmovedora.

—Si hay algo más hermoso que observar el mar de noche, es ver la luna reflejada en él -digo rompiendo el silencio.

—Creo que es aún más hermoso escucharte a ti, hablar de esa forma acerca de él -cruza sus pies pegando las rodillas a su pecho- ¿Te gusta mucho no? -asiento afirmando- Déjame adivinar -pone la mano en su mentón fingiendo pensar- Cuando eras pequeña te pasabas horas dentro del agua hasta que la piel se te arrugaba. O... te sentabas en la orilla a hacer castillos de arena.

Sonrío divertida, y él hace lo mismo.

—¿Acepté? -pregunta.

—No, de hecho, ni te acercaste -hace un gesto haciéndose el decepcionado, cosa que me causa gracia- No soy muy paciente con eso de hacer castillos, odiaba pasar horas haciendo uno para que sin terminar una ola lo destruyera -eso lo hace reír.

—Kaira era igual, no sabes lo que le enfurecía que le pasara eso, se ponía roja de la furia, entonces me ponía a mí a hacerlo por ella y al terminar se llevaba todo el mérito -dice sonriendo- Un día me molesté tanto que en el momento en que ella fue a buscar a mi madre para mostrárselo, lo destruí para hacerla quedar en ridículo. No me habló en todo un mes.

Reímos por unos segundos a carcajadas. Es muy cómica la forma en la que lo cuenta. Necesitaba despejar mi mente, y él lo está consiguiendo de la mejor manera.

—¿Y entonces por qué te gusta tanto? -pregunta eta vez.

—La verdad ni siquiera me gusta mucho meterme en el agua -me mira con el ceño fruncido- Solamente me gusta observarlo -me encojo de hombros.

—Eso sí que es raro. Pero te entiendo.

Eso me hace mirarlo un poco sorprendida.

—¿Si?

—Sí. Por ejemplo. A mí me encanta fotografiar, a todo le encuentro un ángulo perfecto, pero no me gusta ser fotografiado.

Vaya. No sabía que le gustaba eso.

—Pero eso tiene un poco más de sentido. Además no tiene nada que ver con lo que acabo de decirte.

—¡Claro que tiene que ver!

—No. Al médico no le gusta ser paciente, por ejemplo.

—Eso no es así -me mira divertido subiendo su ceja derecha- Es, los médicos son los peores pacientes.

Cuando las luces se apagan  [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora