07/03/2015

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07/03/2015

- Spencer, cariño.- me tapé la cara con la cobija.

Había estado en cama toda la semana, me despertaba, iba a la escuela, regresaba y volvía a la cama.

Mis padres estaban preocupados por mi, pero me sentía tan mal.

Y era sábado de nuevo. Día en el que tenía que ver a Paige.

Día en el que no volvería a ver a Paige.

El Hospital Psiquiátrico Norte estaba a más de media hora de aquí, y mi padre se reusaba llevarme. Así que decidí ir en transporte público o caminando, pero tuve una pelea con mi padre, así que estaba castigado por dos semanas sin poder salir de la casa. Y estaba bien por mi, igual nunca salía de mi habitación.

Pero ese tema ya era diferente, necesitaba ver a Paige.

Necesitaba ir con ella y abrazarla, carmarla y consolarla. Por que sabía que para ella dejar el hospital central era difícil, pero dejar a Elena era más difícil.

Y sabia que me quería.

Eso quería creer. Quería creer que me quería.

- Spencer, bebé.-miré a mi madre y volví a taparme con la cobija. Sentí como el colchón se hundía a mi lado.

- Quiero estar solo.-dije con la voz cortada.

- Yo sé que quieres, pero tienes que comer algo.-dio leves caricias en mi espalda sobre la cobija.

- No tengo apetito.-la escuché suspirar.

- Spencer, sabes que siempre hago lo que me es posible por hacerte feliz, pero tu padre te castigó.

- No sé por qué me castigo, yo sólo quería poder ver a Paige, ¿era tan difícil tomarse treinta minutos para llevarme?

- Le hablaste muy mal.-dijo con voz seria.

- Él hablo muy mal de Paige, y fue el primero en lo decirme de la estúpida promesa.-golpee el colchón. Mi madre dejo las caricias en mi espalda.

- Yo sé, yo sé, pero tienes que entender que es tu padre, y no puedes hablarle así.-me destape y la miré.

- Él puede hablarme a mi como se le de la gana, y puede hablar mal de mis amigos, pero, ¿yo no le puedo decir algo por ello? ¿no puedo defenderme? ¿no puedo defender a Paige? -mi madre bajo la mirada.

- Es tu padre, es tu mayor y debes respetarle. Yo no estoy diciendo que no defiendas algo o a alguien que te importa, de hecho eso está muy bien, pero esa no es la manera correcta. Puedes hablar con tu padre de una buena manera, no a gritos.-se levantó y antes de salir de la habitación me volvió a mirar- Espero que eso te ayude, regresa temprano.-fruncí el ceño y miré donde antes estaba sentada, había varias monedas, un billete, y un papel pequeño doblado a la mitad.

Me senté bien en la cama, tomé el dinero y lo deje a un lado, abrí la nota y leí.

'Spencer, espero esto te sirva para tu pasaje para el transporte público o lo que vayas a tomar. Quiero que seas responsable. Si tu padre se entera de que has salido, yo tomaré toda la responsabilidad.

Te quiere, Mamá'

Esos momentos en los que amaba a mi madre más que de costumbre.

Me levanté de un salto de la cama, tome una playera y un pantalón del suelo, ya que estaba sin ellos, y me cambie en un segundo.

Tomé las cosas típicas que llevaba siempre y las metí a mi mochila.

Mi celular y los audífonos los metí en una de las bolsas delanteras del pantalón.

Mi padre no estaba en la casa, así que salí lo más rápido que pude.

- No sabes cuánto te amo -abracé a mi madre y después salí corriendo por la puerta hacia la parada de autobuses.

- Bien, todo está bien, mientres llegues está bien -murmuré para mi mismo y una señora se me quedo viendo raro.

¿Jamás había visto a un chico hablar solo?

Rodee los ojos y me senté en las bancas que había ahí.

Tomé mi celular y le puse los audífonos.

Mi celular ya no era virgen desde hace tiempo.

Me golpee la frente por ese pensamiento tan estúpido y puse una lista de reproducción en aleatorio. Suspiré.

Tarareaba las canciones mientras esperaba. Ya llevaba quince minutos ahí y nada,

Miré a un señor dirigiéndose a mi y moviendo la boca.

- ¿Disculpe? -le dije cuando quite uno de mis audífonos.

- El transporte público no está dando servicio hoy, han cerrado algunas calles.-me quede sin decir nada, esperando a que me dijera que era una broma y poder volver a respirar.- ¿Me ha escuchado muchacho? Hoy no hay transporte público, será mejor que llame a alguien o que se vaya caminando.-el señor se dio la vuelta y volvió a una tienda, supuse que ahí trabajaba.

¡Había perdido quince minutos!

Me levanté y empecé a caminar.

Lo malo es que ni siquiera sabía donde quedaba ese jodido hospital.

Bufé.

No sabia ni a donde iba, sólo quería caminar y gritar.

Estaba desesperado, no podían cerrar las calles otro jodido día, no, tenia que ser ese preciso día, ese, en el que menos quería fallarle a Paige.

Golpeé una piedra haciendo que esta golpeara unas cajas, donde se escuchó un chillido y después salió un gato, un gato negro.

Era una terrible persona.

Me acerqué al gato e intenté tocarlo, pero intentó arañarme.

- Hey, pequeñín, no quería molestarte, lo siento mucho.

Volví a intentar acariciarlo y recibí la misma respuesta.

Me agaché poniendo mis manos en mis rodillas.

- Pss, pss -lo llamé y me miró, sonreí a medias- ¿Quieres ir conmigo a casa?

No notaba ninguna herida en él por más que buscara.

Acerqué mi mano hacia él y se erizó, pero logré tocarlo. Lo acaricié y se fue calmando.

Después de un rato de hacerle cariño, y que se calmara, lo tomé y lo puse en mis brazos como a un bebé.

- ¿Sabes? Tenía que ir con una amiga, pero no tengo ninguna jodida idea de donde este. Se llama Paige.

Regresé a casa con el gato en brazos. Antes de entrar a casa lo metí en la mochila. No creía muy conveniente que lo vieran, no aún. Entré y vi a mi madre haciendo la comida, dejé el dinero que me había dado en la mesa y fui a mi cuarto.

Dejé al gato en el piso.

Me senté en la cama y poco a poco fui recostandome.

Paige estaba en un lugar desconocido, y yo no estaba ahí para ella.

Me di cuenta de que mis ojos estaban cristalizados.

Quería estar con ella.

Poder abrazarla y decirle lo hermosa que era.

Decirle que era diferente a las demás chicas, pero de una buena manera.

Quería decirle que el próximo sábado estaría como siempre a su lado.

Decirle cuán importante era para mi.

Y decirle de una vez cuánto la amaba.

Esquizofrenia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora