TRES3

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|Dalí Urkijo|





Veo el reloj pegado en la pared arriba del televisor que está encendido desde hace ya rato. Tengo los párpados muy cansados, ha sido una semana muy dura para mí y no he descansado lo suficiente para sentirme bien, sopeso la idea de ir a mi estudio como me gusta llamarlo pero justo ahora el amor hacia mi trabajo no es suficiente como para levantarme e ir hacia allá. Treinta minutos pasadas las cero horas cuando la puerta de la casa se abre dejando ver a un Arthur con el rostro sin expresión alguna y las llaves jugando.

No dije nada hasta que él me notó en la sala debido a la luz del televisor, aunque tenía bajo volumen suena demasiado alto, dejó las llaves sobre el mueble cerca del sofá donde me encontraba.

—Creí que el plan era nada de sexo por esta noche, pero a ti te importa poco quién es o de dónde ha salido— escupí sin dejar de ver la pantalla.

Soltó el aire muy fuerte.

—Escúchame Urkijo, no tengo por qué darte explicaciones de lo que hago o no hago, es problema mío y, por si lo olvidaste, te  recuerdo: la chica no es nada tuyo, ¿o sí? ¿Por qué sigues despierto a esta hora? ¿Quieres seguir el lío de hace rato?

Extendió los brazos a los lados provocando el momento, quisiera darle un puñetazo pero justo ahora solo quiero dormir lo suficiente. No vale la pena darme a puñetazos con él.

—Púdrete— apagué el televisor y pasé por su lado dando un empujón que provocó el choque de él contra el mueble.

Subí las escaleras y antes de llegar a mi cuarto una  bola de pelos se lanzó sobre mí, puse mi dedo índice sobre mí boca ordenando silencio.

—Hoy te duermes conmigo— le rasque la cabeza y ambos entramos a mi cuarto, él en su cama y yo en la mía.

Me tiré a la cama cerrando los ojos, y no fue difícil conciliar el sueño. Estar bajo presión veinticuatro horas seguidas tiene sus beneficios.

Los ladridos de Caramelo interrumpieron mi más profundo sueño, pateé la pared para que lo callaran pero no hicieron nada, la luz que entraba por la ventana daba indicios de ser más de las nueve de la mañana. Tomé los cascos subiendo el volumen de la música y pude dormir otro rato para despertar justo al mediodía. La casa se encuentra en profundo silencio por lo que creo los chicos no están.

La señora que hace  limpieza me dio las buenas tardes y fui directo a la cocina por un poco de agua.

Vale, bastante agua.

Ningún alma aparecía por los pasillos o puertas de la casa, ni Caramelo, debió ir a su paseo matutino.

—¿Niño?— volteé a ver —¿Quiere que le sirva su desayuno?

—¿Aún crees que es tiempo de desayunar, Elena?— alcé las cejas, ella rió esperando una respuesta.

—La verdad no.

—¿Te falta demasiado con la limpieza?

—Nada más su cuarto.

—Déjalo, voy a limpiarlo yo. Sirve el desayuno, iré a bañarme— pasé por su lado dándole un apretón de hombro.

—Como usted diga— subí  las escaleras entrando a mi cuarto para usar el baño.

Elena es quien se encarga de la limpieza en toda la casa,  pobre mujer a donde vino conseguir trabajo. La casa tiene al rededor de cuarenta metros, dos patios y una pequeña casa lado atrás, hace rato que trabaja con nosotros pero no creáis que somos unos idiotas gilipollas con ella, no, pagamos bien sus servicios que es nada más la limpieza de la casa y en cada cierto tiempo nuestro cuarto y cuando no hay ningún chico o no tenemos ganas de cocinar le pedimos de favor que cocine, tiene sus vacaciones y prestaciones. Amamos a esa mujer que nos sabe el rollo de todo. El día que ella decida dejar de trabajar para nosotros vamos a llorar demasiado.

El Arte De ConocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora