SIETE7

19 3 0
                                    

Tomé las manijas de la silla y entramos a la casa que se encuentra vacía a simple vista, no sé si los chicos estarán. De mala gana dejo a Dalí en la sala principal y comienzo a subir las escaleras, necesito dormir. Pero fui interrumpida con el grito del chico que se empeñó a molestar.

—¡Leah!

—¿Qué?— devolví el grito. Una vez estando parada delante de él con cara de aburrimiento.

—Quiero darme una ducha y ninguno de los chicos está— su voz sonó tan malvada que abrí la boca tan grande que creí que se iba a caerme la mandíbula.

—Pero... ¿Qué? Yo...— ni siquiera yo sabía que quería decir. Mi cerebro se tardó en procesar aquellas palabras tomándome por sorpresa. Alcé  mis brazos sin saber qué más hacer.

—¡No! Dalí esto ya es mucho, no voy a hacerlo.

Di la vuelta para irme pero él me detuvo. De nuevo.

—¡Leah! Ven aquí ahora— ordenó y eso me enfadó aún más.

—¿Sí?

—Te recuerdo que te estoy pagando para trabajar para mí. Y una de tus tareas es darme la ducha que es algo que quité de tu trabajo porque lo hacen los chicos. Así que te espero en el baño del fondo.

Lo vi sonreír tan cínico que no pude aguantar el silencio.

—Hoy estas un poquito— endureci mi voz —Fastidioso, ¿verdad?

Crucé los brazos.

—Mmm, sí y me encanta.

Se giró para ir al pasillo y resoplando le seguí. Dejé mis cosas sobre el lavabo empotrado contra la pared, el baño es diferente al de Timothy en su habitación, es más sencillo. Antes de poder hacer lo que él quería, me vi en el espejo y por el reflejo lo vi quitarse la camisa. Nunca había visto a Dalí sin camisa. Y sentí un calor en las mejillas, disimulando salpico un poco de agua en estas.

—Bien, si vamos a hacer esto lo haremos a mí manera— recalco sin demostrarle el efecto que tiene sobre mí.

—Como tú quieras, yo me acoplo a tus necesidades.

Me acerqué y una vez afuera pantalón traté de no verlo mucho, con mi ayuda pude meterlo a la bañera que puse a llenar después, el chorro era lento siendo un enorme problema personal.  Lavé su cabello con un shampoo muy exquisito y el resto se lo deje a él. Pasamos por un largo tiempo ahí metidos, esperando a que se remojara bien  mientras veía mis pocas redes sociales que tenía. Poco más escucho unos pasos paseando por la casa y me alegré muchísimo de escucharlos.

—¡Dalí! ¡Russell! ¡Gavi!— la voz de Charlie sonó a salvación. Aunque él y yo seguíamos sin llevarnos.

—¡Dalí!— volvió a gritar con intensidad y preocupación de modo que su amigo tuvo que responderle.

—¡Torres aquí!

La puerta se abrió abrupto, la mirada se posó en su amigo y luego en mí y viceversa.

—Puedes irte, voy a terminar yo— ofreció haciendo un hueco en la puerta para que yo pudiese pasar.

Alcé las cejas y sonreí.

—¡Al fin un persona sensata!— tomé mis cosas —Gracias— dije sincera y salí de ahí para subir y poder descansar pero la murmuración repentina y nada calmada llegaron a mis oídos haciendo que pare.

Escuché a los chicos discutir, especialmente a Charlie quien sonaba muy enojado y Dalí solo parecía escuchar y rara vez hablar pero no era algo que me interesara, así que llegué a la habitación y descansé lo suficiente.

El Arte De ConocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora