NUEVE9 - PARTE DOS2

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Dicho y hecho,  alas tres de la tarde de ese mismo día, que es domingo vamos todos en el auto de Timothy. Los seis vamos en el auto que parece haberse encogido un poco. Caramelo va atrás encima de las maletas que son pocas, según los chicos, son casi tres horas de viaje porque está retirado el lugar a donde vamos. El viaje se llena de música por la radio, los chicos se quejan de la música que suena y Timy que va al volante trata de complacer los gustos de cada uno pero se rinde al ver que no llegan a un a cuerdo. Al final, Arthur conecta su móvil al aparato y se acaba la habladuría de todos ellos porque coloca  un podcast de su deporte favorito.

—De teammate Salma Del Toro. Y de teammate Alejandro Escalera.

Las carreras. Aunque tampoco hubo tanto silencio porque ellos iban discutiendo junto a los que hablan en el podcast como si fuesen los invitados.

El sol se va ocultando poco a poco y en el horizonte los colores son naranjas, rosas y claros, todos de diferentes grados. Pasamos a una tienda de veinticuatro horas para llenar el tanque y comprar algunas cosas necesarias.

Me paseo por todos los pasillos de la tienda para ver qué compro, en uno veo una caja que me hace tener una idea pero el dinero no me alcanza así que voy en busca de alguien para pedirle dinero. Al primero en encontrar fue Dalí,  mira la máquina expendedora con tanta seriedad poco creíble. Si le hablo él no va a hacerme caso de modo que me pongo entre él y la máquina con una sonrisa grandota.

—Préstame cien euros— pido ya con la mano extendida hacia él.

—¿Tú no tienes dinero?— cuestiona tratando de apartar mi cuerpo de su vista.

—Sí tengo, pero si empiezo a gastarlo voy a quedarme pobre— digo aburrida.

—¿Qué quieres comprar?

—Cosas de mujeres...

—¿Tampones? De eso hay allá— lo dice con tanta tranquilidad que me pone nerviosa.

—Dalí, por favor.

—¿Sí te los doy, te vas?

Alza una de sus perfectas cejas desesperado para que pueda dejarlo seguir haciendo lo que sea que  haga.

—Ajá.

—Okay...— se lleva la mano izquierda hacia atrás y de su billetera saca una tarjeta, la muestra entre sus dedos —Solo cien euros— la extiende pero antes de poder tomarla la quita.

Pongo mala cara.

—Que sí, solo cien...

Vuelve a ofrecerla y antes de que se arrepintiera la cojo, quiero salir corriendo pero una de sus manos se clava en mi brazo.

—Compra algo para mí.

—Okay.

Esta vez si salgo corriendo hacia el pasillo donde vi la caja mediana color celeste , me da un poco de pena pero esto puede compensar mi error, palillos, cinta y pegamento. También algunas frituras, galletas y gaseosas tanto para mí como para el dueño de la tarjeta. Voy a caja y la señora atrás al ver todo lo que llevo, específicamente la caja, su mirada se clava en mí juzgando sin antes saber.

—Leah— volteo a ver a la entrada —Ya nos vamos.

—Ya voy— la señora se me queda viendo aún más significativa y cuando voy a decirle algo empieza a registrarlo todo.

Pago y con las dos bolsas de compras. Los chicos ya están ahí pero ahora me toca irme atrás porque Charlie va manejando y Timy en el copiloto. Joder, voy a estar apretada el resto del viaje.

Abro la puerta pero Dalí ya está ahí sentado como rey.

—¿Puedes correrte?

—¿Aquí?— insinúa y me doy cuenta de mi error.

El Arte De ConocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora