VEINTIUNO21

14 2 0
                                    

•|Leah|•







Leer los mensajes de mi padre recalcando lo bien que debo trabajar para el hospital me  irritada, más que eso. Con ayuda de las terapias que no son muchas, pero que aportan bastante a mi vida he aprendido a controlar mi humor repentino cuando algo cambia de bien para mal. Más de lo que imaginé, el tiempo se pasa volando en el hospital, he tenido días buenos y malos, aunque nunca horribles, Timothy me da ánimos para seguir y es que trabajar arduamente y tener la respiración de mi padre tan cerca de mi oído, me agota tanto física como mentalmente.

Han pasado dos semanas desde que empecé a trabajar y solo faltan dos, para completar el mes y salir de una vez de aquí. Ahora me doy cuenta de lo agotador que han sido estos dos años para mí, nunca salí a fiestas con amigos de la universidad, ni siquiera tengo amigos en ese salón de clases, mis únicos amigos cercanos son los cuatro chicos que vienen en una enorme.

No me dí la libertad de conocer, me aferré a mi objetivo de estudiar y ser la mejor para que la esposa de mi padre no tuviera que hablar de que he sido una estudiante fatal, cada trabajo iba con mucho esmero y poco sueño. He vuelto a caer en no dormir mucho porque me la paso estudiando mis libros más gruesos que las paredes de mi casa con mamá.

Mi motivación es:

"Ya queda poquito."

Exacto, solo unas cuantas semanas más y estaré graduada como enfermera en una de las mejores universidades. Ya no tendré que estar bajo presión tanto tiempo. Porque, cuando te das cuenta que ya falta poco, te quieres rendir.

El auto se para frente a mí y yo subo, ha estado lloviendo y por ello Timy ha venido a traerme hasta el hospital.

—Pontelo o te dará frío— me pasa una de sus chaquetas al ver  tanta llovizna.

—Gracias.

Conforme avanzamos la lluvia aumenta su fuerza y la llovizna crece en chorros de agua. Para nada exagerado.

Sonrío al tener un recuerdo con mi amigo.

—Recuerdo aquella vez que salimos a jugar bajo la lluvia y perdiste tu zapato— comento sin dejar de ver las gotas gruesas que caen por las ventanillas.

—¿Perdiste?— alza un ceja —Te pedí ayuda y lo único que hiciste fue ver pasar mi zapato frente a ti. Te dije: Leah, mi zapato, mi zapato. Y tú solo te quedaste ahí parada viendo como la corriente se lo llevaba.  Para mala, vayan contigo.

Recuerdo aquél día, tan vivas las imágenes que logran hacerme reír a carcajadas por lo divertido que fue verle su cara de preocupación. Ambos estábamos pálidos por el frío, pero Timothy parecía papel bond del asustado.

—Timothy Gavira, yo estaba temblando del frío. Entrar en calor era mi prioridad, no tu zapato.

—Ajá, si tenías frío, ¿por qué no te ibas a casa?

—Tenía frío, no ganas de regresar a casa. ¿Te regañó tu mamá por el zapato?— inquiero porque nunca le pregunté sobre eso.

—Nah, le dije que había dejado mis zapatos en la escuela y que los chicos los habían perdido— explica sin apartar la mirada de la calle.

—Ay— suspiró —Qué buenos tiempos. Gracias por fijarte en mi, Timy.

—Bueno, fue mi única opción. Me quedé sin compañero para hacer el trabajo todo por andar de distraído, pero la verdad es que fue la mejor decisión que tomó la profesora.

Voltea a verme con una sonrisa enorme en su atractiva cara. Timothy y yo nos hicimos amigos en clase por un trabajo que debíamos hacer en pareja, al no tener con quien hacer mi trabajo la maestra decidió que iba con él, que también se quedó sin compañero por andar distraído toda la clase. La maestra nos obligó y después de reunirnos en nuestras casas fuimos conociéndonos poco a poco y luego amiguis.

El Arte De ConocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora