TRECE13

13 2 0
                                    

Jamás había tenido problemas con mi ropa diaria, especialmente porque nunca salí a ningún lugar estos dos años viviendo acá. Ni siquiera cuando era novia de Ben. Pero ahora, me veo en el espejo y cuestiono el no salir de compras, nunca lo vi necesario y justo hoy. Dalí me ha invitado a salir, no sé a qué lugar,  ha dicho que me llevará a algún lugar y que fuera bien vestida. Lo único bonito y pasable es mi falda blanca y mi suéter azul, los cuales Dalí ya vio pero es lo único que tengo. Rendida ante mi mala suerte me hago la raya en el ojo antes de tomar mi celular y salir de la habitación de Timothy.

Abajo están todos los chicos viendo televisión, más bien sus carreras de autos que parecen ser viejas por la calidad del vídeo.

Carraspeo sonoramente llamando la atención de  Dalí al mismo tiempo. Los otros están tan sumergidos en su mundo que no se dan cuenta de mí.

Dalí se levanta del sofá llegando a mí, sus brazos me rodean con tanta euforia dejándome confundida por aquél inocente acto.

—¿Y eso?— dije nerviosa.

—No sé...— tartamudea —Te ves suavecita y me dieron ganas de abrazarte— retrocedí con media sonrisa por su respuesta confirmando que en serio, Dalí es un cubo rubik.

—Cállate— pedí aún sin entender su actitud repentina.

Él me empujó suave hacia la salida sin despedirnos de los chicos, montamos en auto de Timothy y me sorprendió saber que Dalí puede manejar auto. En todo el tiempo viviendo acá, jamás lo había visto conducir, es más, ni siquiera tiene auto propio.

—No sabía que pudieras manejar— rompo el silencio para entrar en calor verbal.

—Sé muchas cosas, estoy dotado de muchos dones— alardea girando el volante. Mis ojos se centran en sus manos que resaltan las venas de estas y sus manos están rosadas.

Ese simple acto me pone nerviosa y ansiosa a partes iguales, me pregunto qué puede hacer con esos dedos.

"Averiguemos."

—Ya veo, ¿adónde vamos?— curiosa por saber el destino que nos depara lo veo esperando una respuesta.

—A algún lugar en el mapa— responde simple, pongo mala cara.

—Vale, tú ganas, dejaré de insistir pero igual quiero hablar— le hago saber y él asiente —Háblame de tus gustos, o sea... no sé, como el sabor de tu helado o...

—Frutos rojos— responde sin darme tiempo a terminar —Ahora tú.

—Soy muy básica, vainilla. Siempre, siempre pido de vainilla, supongo que lo normal sabe bien.

—Tú no eres corriente, tú eres como los diseños de Adrian Newey.

—No tengo idea de quien sea ese sujeto.

—Mejor, así permanecen ocultas mis verdaderas intenciones— lo miro sospechosa con sus palabras misteriosas pero lo dejo en paz.

Un poco más de diez minutos llegamos a una especie de edificio pequeño con apariencia de ser viejo y rústico. Al bajar lo primero que me golpea  es la presencia de Tyler esperando por nosotros. Creí que íbamos a ser él y yo, solos, sin compañía. Mi ánimo decae al verla acercarse a besar a Dalí en la mejilla. Está tan deslumbrante y perfecta como siempre.

—Leah, te ves bien— comenta sonriente.

—Digo lo mismo— me esforcé en parecer buena onda.

Dalí nos instó a seguir adelante, no tuvimos que pasar a ninguna recepción, entramos al ascensor hasta llegar a una oficina de cristal bonita y limpia. El hombre adentro de esta nos invitó a pasar y me dejé hacer por la falta de información que tenía.

El Arte De ConocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora