VEINTISÉIS26 - FINAL

47 3 1
                                    


•| Dalí  Urkijo |•






Las heridas emocionales son las más difíciles de sanar, lo he comprobado en carne propia y lo estoy volviendo a vivir por tercera y cuarta vez al mismo tiempo. Se suponía que la oveja negra de la familia era yo, pero la que creí ser mi madre por diecinueve años, es verdaderamente esa oveja negra; podrida por dentro, sanguinaria y despiadada sin remordimiento o conciencia que la acuse de hacer lo malo. No la culpo, tenía y tiene sus razones. Puedo sobrevivir con esa verdad revelada hace algunos días. No puedo creer que mi padre haya hecho eso conmigo, con ella. ¿Tener un lío amoroso fuera del matrimonio? De verdad que lo odio.

Odio mi vida ahora, ser parte de algo que nunca fui predestinado y que te lo arrebaten de una hora a otra, ni siquiera tuvo la decencia de hablarlo bien. Solo dijo que no era su hijo y ya,  sin más. De ver sabido que su motivo era ése, me hubiera alejado de ella y su perfecta familia desde el momento en que comenzó a portarse mal conmigo.  Todo este tiempo creí que yo tenía la culpa,  algo mal hecho de mi parte, y lo único malo que hice fue haber existido,  haber llegado a esa familia para ocupar el puesto de alguien más, alguien inocente y mejor que yo, tomé sus libertades,  su nombre y posición. Lo lamento por él o por ella,  remendar algo que no rompí me cuesta entenderlo,  porque no puedes reconciliar una relación que jamás existió.

Mi padre ha insistido en hablar conmigo, pero evito verlo en persona,  quiero comenzar de nuevo,  sin ellos. Él me dio  algo que no debía heredar y se lo devolveré con todo lo que esté a mi alcance, aún así sea quedarme en la ruina.

La única persona que necesito ahora, a mi lado, quien sé que nunca iba fallarme, ya no está y me duele tanto su partida,  al menos sé que ella me amó de verdad,  por quien soy, y no por quien pretendían que fuera.

—Abuela, te fuiste demasiado pronto— susurré roto por dentro y por fuera.

Debo calmarme o le daré paso a mi peor enemigo,  con ella no  puedo competir.

"Tenemos que irnos."

Lo sé, solo unos días más.

—La señorita Tyler Bearman— gritan por el micrófono.

La rubia pasa por el escenario montado bien bonito por su rollo de papel en blanco, esos tacaños no escriben nada en los rollos que entregan. Es la graduación de casi todos nosotros. Tyler, Timothy y yo nos estamos graduando el mismo día. La veo pasearse por todo el lugar con esos tacones que la hacen ver más alta, y esa toga espectacular abrazando sus curvas naturales. Definitivamente, Tyler es una belleza.

"Esa rubia está divina."

Pasan otros chicos estudiantes de la misma promoción de Tyler, por desgracia, Gavira fue el primero en pasar, una excelente ceremonia también. Logro desconectarme de todos mis problemas durante las horas ahí sentado. No puedo creer que mis tres años de universidad se hayan pasado tan rápido, cuando vine aquí, a penas era un crío sin muchas aspiraciones, avancé hasta llegar a ser profesor, yo profesor de música en una universidad a corta edad, sin duda es algo que me enorgullece. La música es parte de mí, me hace feliz y yo a ella.

Otras horas más, por fin dicen mi nombre.

—Dalí Urkijo.

Subo los escalones y entre tanta gente busco a los chicos, alzó el puño hacia arriba varias veces al estilo pilotos de F1 hacia su dirección. Ellos me aplauden y se ríen. Cojo mi rollo vacío, agradezco al profesor y sigo hasta el mismo camino.

No puedo evitar ver entre las bancas de los familiares buscando a alguien en particular. Morena, de cabello castaño y con esa cara inocente que tiene... es tan, tan... bonita. Para mí lo es, desvanece mi alegría por un momento al no encontrarla, no dije que viniera, ni siquiera pedí invitaciones extras o apartado de lugares. Pedí solo dos, y de esos dos, solo uno se ocupó. Me duele tanto que no haya venido él, Torres fue mi amigo desde que tengo memoria, ser parte de esto significaba tanto para mi.

El Arte De ConocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora