Capítulo 3

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Nunca entendí o entenderé por qué soy así con ella. Sinceramente hablando, me desconozco. Soy un tipo normal, agradable, buen amigo y un sujeto trabajador y muchas veces mis amigas, bueno, la señora Larisa, dijo que era un buen partido.

Le creo la mayor parte del tiempo...

Perdí a mi ahijado en un abrir y cerrar de ojos. La vida no me ha sonreído como yo quisiera desde esa vez y me siento el asesino más miserable del mundo. Por eso he venido viviendo mi existencia como puedo y dejando que todo pase y no me afecte. Camelia fue un bonus para estar un poco alejado de mi desgracia. De verdad que la quiero muchísimo, pero no de la manera que ella quisiera y sí, se lo dije o tal vez con mis acciones se lo hice entender, pero ella simplemente no lo acepta.

Con ella también he hecho las cosas mal.

No debí confundirla, no debí darle falsas esperanzas mientras ella iba creciendo y estoy muy seguro de que tenía que alejarme, pero mi ser egoísta que creía amarla, no se pudo ir. Tampoco planee sentir esto por Alena y me siento culpable de lo que me pasa por esa loca princesa.

Suspirando la veo por el retrovisor, su ceño está fruncido mientras ve alguna noticia en su tablet. Venimos de un albergue, aunque desconozco realmente la salida de ella de Grecia, sus deberes como princesa continúan.

Debo de dejar de verla de esta manera... más que todo porque ella no me ve como yo lo hago.

—Estoy agotada... —la escucho murmurar, la vuelvo a ver fugazmente e ignorando lo que dijo, continúo conduciendo—. ¿Puedes detenerte en esa colina, Bastian?

Asiento, dejo pasar algunos autos y me detengo en el lugar donde ella me ha dicho. Por supuesto que Alena no lo sabe, pero este sitio es exclusivo para los enamorados y que vean caer el atardecer o el cielo estrellado.

Jodida vida.

—Verificaré el sitio y después puedes salir —me bajo del auto y antes de poder hacer mi trabajo, ella estaba cerrando la puerta de su lado—. Claro, porque tú me obedeces y siempre puedes esperar a que yo te diga algo...

—¿Estás enojado conmigo? —alza una ceja y se acerca hacia mí—. Te ves bastante amargado. La tarde está preciosa y a ti te dio por tener esa mala cara —suspira—. Supongo que no puedes mantener mi ritmo de mi vida.

Sonrío.

—Créeme, he tenido un ritmo de vida bastante divertido en mi juventud —ella busca donde sentarse—. Solo puedo ofrecerte que te sientes en el caliente capo que tenemos.

—¿Qué hiciste para tener una juventud divertida y una vejez amargada? —con la palma de la mano, toca el capo y hace una pequeña mueca de dolor—. Me quedaré de pie...

Su murmuro me hace volver a sonreír.

—Vivir, Alena —me mira con diversión—. Bueno, honestamente eso es lo que intento.

—¿Cuántas personas estuviste custodiando todo este tiempo? —pregunta, cruzándose de brazos.

—No sé... mucha gente —me siento en el capo, tampoco es que está tan caliente—. Solamente voy agregando nombres al curriculum después de cada trabajo realizado.

—¿Por qué decidiste ser mi amigo con derecho? —trago grueso después de verla—. ¿Eres mi custodio o mi guardián?

Excelente pregunta, mi estimada jefa. Con gusto la respondo con total sinceridad. Soy su amigo con derecho porque soy el rey de los imbéciles y prefiero ser tu guardián.

—Hay preguntas que no tienen respuestas —alza una ceja—, pero en mi caso si tengo respuestas a tu pregunta.

—Entonces... —mueve sus manos para que hable.

La Princesa y su Guardián #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora