Capítulo V

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El silencio tenía tintes de neutralidad en el auto. No hubo discusión alguna por parte de Kara, solo optó por subirse, algo que de inmediato Lena le agradeció a Dios. No eran necesarias las palabras, ambas partes tenían plena conciencia de que eran dos desconocidas que fueron designadas a trabajar juntas por obligación (en el caso de la rubia). Lena iba manejando con encrucijada mental, no sabía con exactitud dónde vivía, solo recordaba la casa de los señores Danvers, claro, ella eso no lo sabía, ¿por qué resultaban ser tan primitivas? Eso no lo sabía, pero se sentía tan patética que decidió ser ella misma quién rompiera el silencio.

— Entonces, señorita Danvers — se aclaró la garganta haciendo que Kara quitara su mirada de la ventana — ¿Debo dirigirme a la misma dirección de ayer?

— Oh, no, esa es la casa de mis padres — se dio un golpe mental sintiéndose un poco sonrojada — Siga directo y yo le aviso por dónde doblar — Lena la miró unos breves segundos asintiendo — Lo siento, di por hecho que sabía dónde vivía.

— No hay problema, fue culpa de ambas — encogió los hombros con media sonrisa regresando su mirada hacia la carretera.

Siguió conduciendo con cautela obedeciendo las indicaciones que le daba Kara, parecía que había tomado posición de Sargento en esos momentos. La forma en que le hablaba era un tanto fría y demandante como solían serlo en el Ejército. No se sentía afectada, al contrario, le parecía divertida la forma en que lo hacía.

— ¿Puedo sugerir algo? — preguntó minutos después tratando de ocultar su diversión.

— ¿Qué tiene en mente? — le contrapreguntó con un poco de indiferencia.

— Podríamos dejar de tratarnos como rivales — estacionó frente a la casa de la rubia y la miró con seriedad — Como vamos a trabajar juntas, por sepa Dios cuánto tiempo, empezar a tutearnos no estaría mal, ¿o sí?

Kara se quitó el cinturón de seguridad y abrió la puerta con una sonrisa burlona. Lena soltó todo el aire de sus pulmones para salir. Chica difícil, definió en su mente acercándose a la propiedad con paso regular, atravesó el umbral de la puerta arqueando ligeramente la ceja. Por lo menos fue tan amable de mantenerla abierta para que entrara.

Con curiosidad miró el entorno nuevo que la rodeaba, se sentía como un hogar, pero le faltaba una pieza importante. Entonces recordó las palabras de la señora Danvers, había quedado viuda, por deducción obvia, esa viuda era Kara. Suspiró cerrando una milésima de segundo sus ojos y sintió aquel dolor volver a su pecho, sonrió de medio lado dejando apoyado su cuerpo en el respaldar trasero del sofá grande. Alzó su vista mirando una pared llena de recuerdos y fotos, su mirada se posó en un recuadro familiar, parecía un poco vieja, puesto que se notaba el desgaste por el tiempo. Recorrió cada rostro en aquella fotografía y, se posó especialmente en una joven rubia que tenía el cabello más o menos largo, estaba abrazada vehemente por Kara. Era ella, no necesitaba más para asumirlo.

Kara había regresado con su tan querida libreta, una que no cambiaba por nada. Fue un regalo humilde por parte de su difunta esposa, por eso le había respondido tan reacia a la Marina. Se quedó en silencio observando como Lena miraba con mucha atención aquel recuadro, todo su ser gritaba que la interrumpiera porque sentía que estaba violando su intimidad, pero no lo hizo. Prefirió prestarle atención a sus reacción, tenía un gesto de aflicción reflejado en su rostro. También perdió a su esposa, recordó la información que su hermana le proporcionó. Respiró hondo dejando salir el aire lentitud reflexionando para sí misma que quizá debía dejar su frialdad a un lado para comportarse como la mujer que resultaba ser, una amable y empática. ¿Qué podía salir mal, si dejaba de lado su coraza?

Riesgo De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora