Capítulo 12

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Al día siguiente, cancelaron las clases para asegurarse de los daños en la escuela y resguardar aquella zona. Aster y yo nos quedamos en casa, organizando todo para la fiesta y, siendo honesta, creo que es la primera vez en cuatro años que realmente tuvimos un momento de «hermanos». Y no fue tan malo como pensaba. Al menos, la idea de hacer algo especial por mi cumpleaños me dio un sentido de pertenencia que nunca antes había sentido.

Es jueves en la mañana. Mi cumpleaños. Y no sé cómo sentirme al respecto. Tengo una sensación de emoción muy extraña, pero a la vez, una voz en mi cabeza me dice que no es para tanto y que debo relajarme.

Arrastro mis pies hacia el salón de clases, siendo guiada por el contraste de mis pensamientos. Para mi sorpresa, el asiento junto a Liv está vacío y Adonis ni siquiera está en el salón. Sonrío, satisfecha de haber llegado temprano y me siento con rapidez, antes de que decida hacer acto de presencia.

—¡Feliz cumpleaños! —Liv exclama, entusiasmada.

Sonrío.

—Gracias.

—¿Estás emocionada por la fiesta?

—Podría decirse. Vendrás, ¿cierto?

—Claro que sí. No me la perdería por nada del mundo.

—¡Ni yo! —Emma se sienta detrás de Liv y me sonríe—. Feliz cumpleaños, Náe.

—Gracias.

—¿Qué se siente tener 18 años? —bromea.

Como el inicio de un mundo que no tengo ni idea de cómo funciona... O si sobreviviré a él.

—Raro, supongo.

—Yo estaba demasiado emocionada cuando los cumplí —recuerda con añoranza, como si hubiese sido hace 20 años y no hace tres meses.

—Sí me acuerdo.

Y lo hago. ¿Cómo podría olvidar que estaba tan emocionada que, en su fiesta, bebió tanto que fue a parar al hospital por una congestión alcohólica?

—Todos nos acordamos, Emma —Liv ríe—. Fue un fin de semana interesante.

—Fiesta de noche, hospital de día —me burlo.

Ella hace un gesto desdeñoso con la mano.

—Ya te quiero ver más tarde.

Ruedo los ojos.

—Oigan, ¿saben algo del incendio? —Liv curiosea—. La verdad es que no he dejado de pensar en qué lo ocasionó. Y nada parece tener sentido.

Trago saliva.

—No se sabe —Emma responde. Se inclina sobre el pupitre y susurra—: Dicen que, quizás, el profesor estaba fumando en el salón y la colilla encendida pudo haberlo ocasionado.

—¿Encontraron restos de un cigarro? —inquiero.

—No, pero eso dicen.

—El profesor Harris no fuma —Liv refuta.

—¿Cómo estás tan segura? —Emma entorna los ojos.

—Es mi vecino, ¿recuerdas? Nunca lo he visto fumar.

—Bueno, ¿tú qué opinas, Náe?

Me encojo de hombros, pretendiendo indiferencia.

—Pudo haber sido cualquier cosa, los accidentes pasan.

Ellas asienten, de acuerdo conmigo. Suelto un suspiro.

Un cosquilleo se hace presente en mi piel unos segundos antes de que Adonis entre al salón de clases. Sus ojos se encuentran con los míos, pero, contrario a todo pronóstico, no se acerca a pelear el asiento. Mas bien, se dirige a un asiento en el fondo.

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