Capítulo 34

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Danáe.

Lo último que puedo ver antes de desvanecerme son los ojos llorosos de Dian y el rostro lleno de preocupación de Ian. Después de eso, mi visión se vuelve distorsionada, borrosa y la oscuridad se apodera de mi alrededor, enviándome en un espiral de inestabilidad.

Una eternidad más tarde —o al menos así se sintió—, mis pies logran tocar tierra firme y el bosque comienza a aparecer de manera nítida frente a mis ojos. Sin embargo, todo sigue dando vueltas y las náuseas se instalan en mi estómago. Suelto la mano de Tarik y me sostengo la cabeza entre las manos en un intento inútil de encontrar estabilidad.

La risa burlona de Tarik resuena como eco en mis oídos.

—Lo estás haciendo bien para ser tu primera vez —felicita, divertido—. La mayoría siempre termina... —antes de que pueda concluir la oración, las náuseas toman el control y caigo de rodillas en el suelo, dejando salir lo poco que tengo en el estómago—... vomitando —finaliza con un tono de asco.

Mi cuerpo se contrae en cada arcada, hasta que ya no hay nada más que un líquido amargo saliendo de mi boca. Escupo en el suelo y me siento, sintiendo el dolor por el esfuerzo en mi abdomen. Desvío la vista a mi alrededor, esperando encontrar el Árbol, pero lo único que veo es un campo abierto de lo que parecen ser Margaritas.

—Maldita sea —Tarik gruñe—. El bosque cambió de nuevo.

Paso el dorso de la mano por mi boca, limpiando cualquier resto de vómito en ella.

—Pensé que ustedes eran inmunes a eso.

—¿A que el bosque cambie? —me mira como si hubiese dicho la tontería más grande del mundo—. Eso es imposible. El cambio constante del bosque es un mecanismo de defensa para que nadie encuentre el Árbol.

—Y, aún así, ustedes lo encontraron.

Se encoge de hombros.

—¿Qué te digo? Somos increíbles.

—Entonces, conocen muy bien el bosque y saben moverse en él —ignoro su comentario.

—Correcto.

—¿Y cómo lo hacen si cambia tanto?

Abre la boca para responder, pero se detiene y me da una mirada de desconfianza.

—¿Qué? ¿A quién crees que se lo diré? No voy a salir viva de este lugar —ruedo los ojos, aunque el pensamiento me hace estremecer.

—Supongo que tienes razón.

—¿Entonces?

Vacila un poco antes de hablar.

—Ofréceme un trato. ¿Qué me das a cambio de esa información?

Entorno los ojos.

—¿Te parece que tengo algo para darte?

—No tiene que ser algo físico, pudiera ser información interesante —sugiere.

Ladeo la cabeza, pensativa y una brillante idea surge en mi cabeza.

—¿Qué tal si te digo algo sobre cómo encontrar la casa de los Ancianos?

Sus ojos destellan con emoción, pero se recompone al instante y me analiza, desconfiado.

—¿Vas a traicionar a tu gente solo para saber cómo moverte en la Zona Prohibida, incluso cuando vas directo a tu sentencia de muerte y no tendrás la oportunidad de comprobarlo?

Me encojo de hombros.

—Algunas cosas requieren sacrificios.

El recelo no desaparece de sus ojos.

NirewoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora