Capítulo 49

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No puedo dejar de mirar el cuadro que Adonis pintó para mí. Lo observo reposar en la pared frente a mi cama, iluminando y dándole vida a toda la habitación.

Y no es solo el hecho de que haya sido un regalo, ni de lo que representa para mí. Para nosotros. Sino que Adonis realmente tiene talento. El cuadro es absolutamente hermoso. Nunca en mi vida he visto algo igual.

Un movimiento a mis espaldas me hace desviar la atención. Siento cómo el brazo de Adonis se aferra con firmeza en mi cintura y me atrae hacia su pecho, eliminando cualquier centímetro de distancia entre ambos. Su respiración acaricia mi oreja y me causa escalofríos.

—¿Qué hora es? —su voz ronca me eriza la piel.

—No sé —murmuro, cerrando los ojos y disfrutando de su cercanía.

Atrae su celular de la mesita de noche y suelta un gruñido al mismo tiempo que lo deja de lado y hunde su rostro en mi cuello. Estoy sonriendo como una completa ridícula, lo admito. No a mucha honra, pero lo hago.

Lo escucho farfullar algo contra mi piel, pero no logro distinguir nada de lo que dice.

—¿Qué? —ruedo sobre mi espalda para quedar de frente. Sus ojos siguen cerrados y el cabello le cae sobre el rostro. Tomo uno de sus mechones ondulados y lo enrollo con suavidad alrededor de mi dedo—. Habla bien, imbécil.

—Estoy hablando bien —abre los ojos para mirarme mal—. ¿Qué le haces a mi cabello?

—Nada —lo suelto de golpe, avergonzada.

Antes de que pueda ocultar mi mano, me toma de la muñeca con brusquedad y la pone sobre su cabello.

—¿Qué haces?

—Sigue haciéndolo —murmura, cerrando los ojos de nuevo y relajándose.

Parpadeo, sorprendida por su petición y obedezco. ¿Por qué? No lo sé. Decido culpar a que aún no despierto por completo, pero muy en el fondo, sé que es porque cientos de veces he sentido la necesidad de acariciar su cabello, pero me había reprimido por diferentes razones. Así que hoy decido aprovechar la oportunidad.

Juego con sus mechones vagamente y los enredo en mi dedo índice para después liberarlos y hacer que reboten contra su frente. Sonrío. Paso mis dedos entre las hebras de su cabello, acariciando su cabeza en el proceso y él suelta un ronroneo de aprobación. Una pequeña sonrisa está plasmada en su rostro y mi estómago se contrae.

Estoy jodidísima.

Incómoda de este sentimiento creciendo en mi pecho, decido hacer algo para cambiarlo. Tomo su cabello en un puño y le doy un tirón sin mucha fuerza. Esta vez, un gruñido proviene de su garganta, pero mantiene los ojos cerrados.

—Más fuerte —murmura en un tono sugestivo.

Ruedo los ojos, reprimiendo la sonrisa en mis labios y alejo mi mano.

—Ya sé que te gusta la mala vida.

Ahogo un gritito cuando, en un movimiento rápido, su mano viaja hacia mi cabello, lo toma en un puño y tira de el, echando mi cabeza hacia atrás. Acerca su boca a mi oído y murmura con voz ronca:

—Como si a ti no te gustara también.

Un escalofrío me recorre el cuerpo entero y lo siento sonreír contra mi piel.

—Eso pensé.

Deposita un beso húmedo sobre mi cuello y un gemido involuntario proviene de mi boca. Eso es suficiente para que, aún con la mano sobre mi cabello, guíe mi boca hacia la suya. Me besa con fuerza y fervor, como si este fuera el último beso que podremos darnos.

NirewoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora