Capítulo 40

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Cuando llego a casa, tengo el corazón acelerado y la respiración entrecortada, cosa que me obligo a creer que fue por la rápida caminata. Cierro la puerta tras de mí y me recargo contra ella, inspirando con fuerza y cerrando los ojos, pero los vuelvo a abrir con rapidez cuando la imagen clara de Adonis sin camisa viene a mi mente.

La adrenalina no me permite sentir el dolor en la herida, pero sé que pronto lo hará, así que comienzo a quitarme el gorro y la gabardina con rapidez para subir a mi habitación y recostarme.

—¿Todo bien? —la voz preocupada de Athena me hace dar un sobresalto.

Ni siquiera la sentí acercarse de lo distraída y abrumada que estoy.

—S-sí —tartamudeo y me doy una bofetada mental—. Todo en orden. ¿Por qué?

Ella me evalúa de arriba abajo, curiosa.

—¿De quién es esa ropa?

—¿Eh?

Agacho la cabeza para mirar mi atuendo y... Mierda. Ropa de Adonis.

—Ah, es de Adonis —respondo, sonando despreocupada—. La mía se manchó con pintura del proyecto que estábamos haciendo, así que me presto la suya.

Las cejas de Athena se hunden y nuevamente, me escanea con sospecha. Su atención me genera incomodidad, por lo que me aclaro la garganta y me alejo de la puerta.

—En fin, voy a mi habitación.

Paso por su lado y cuando subo el primer escalón, su voz me detiene.

—Náe.

—¿Mmm? —giro sobre mi hombro para verla acercándose. Sin embargo, no me volteo por completo y pongo el pie en el próximo escalón, dispuesta a huir tan rapido como sea posible.

Se planta junto al pasamanos para que vea directamente su expresión seria. Compartimos miradas en silencio durante algunos segundos y elevo las cejas, invitándola a que hable y deje de ponerme nerviosa.

Entonces, suspira y lo suelta:

—Espero hayan usado protección.

Confusión, horror y vergüenza cruzan mi rostro.

—¿Q-Qué? ¿De qué hablas?

—¡Ay, por favor! —ríe, divertida—. ¿Realmente crees voy a comprarte ese cuento de la pintura cuando vienes recién bañada y con ropa de un chico?

Bueno, honestamente, no la culpo. Yo tampoco lo creería.

—Athena —rio sin gracia—. Sé que se ve mal, pero-

—Náe, creí que teníamos la confianza de hablar sobre lo que sea.

—Y la tenemos, por eso es que te digo-

—No pasa nada, son cosas que pasan cuando dos personas-

—Athena, basta. No voy a tener esta conversación contigo —sacudo la cabeza, imaginando la explicación que es capaz de decir con ejemplos y todo—. No pasó nada. ¿De acuerdo?

Porque Ian llegó.

Aún no determino si le quiero agradecer o poner ambas manos sobre su cuello y-

Como la mano de Adonis sobre el tuyo.

Ah, mierda.

—¿Náe?

—¿Mmm?

—¿Estás aquí o no?

—Sí y no. Tengo sueño.

NirewoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora