Capítulo 31

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—Debes estar bromeando.

Es la voz de Ian la que rompe el silencio en que nos hemos sumergido todos. La observo de arriba abajo con incredulidad.

¿Arriesgamos nuestras vidas por esto? ¿Por ella? ¿Por una traidora?

—Lucen muy decepcionados —Egan se gira hacia Raven—. Me temo que es por ti, querida.

El cabello negro de Raven ondea con el viento mientras sigue apuntándonos con su arco y en sus labios se desliza una sonrisa de autosuficiencia.

—Me gustaría decir que lo lamento, pero no sería verdad —se encoge de hombros.

Suelto un bufido.

—Tan imbécil como tu abuelo —replico, molesta.

Tensa la mandíbula y apunta directamente hacia mí. Sonrío, arrogante.

—Hazlo.

—Náe —Dian interviene, dándome una mirada represiva y dirige su mirada hacia Raven—. ¿Por qué hiciste esto? Tu familia estaba preocupada por ti. Lyra-

—No hables de mi familia —zanja, molesta—. No los conoces.

—Claro que lo hago. Lyra es-

—Oh, sé quién eres y qué representa mi abuela para ti —la interrumpe nuevamente—. Pero no me interesa. No los conoces como yo.

Ian bufa a mis espaldas.

—De haber sabido que veníamos por una niña infantil y malcriada, habría preferido quedarme en casa.

—Lo hubieran hecho. No necesitaba que me buscaran, no necesito de nadie.

—Y aún así, estás aquí, con ellos —Adonis comenta, analizándola con displicencia—. Se nota que no necesitas de nadie.

—¿Envidia de que tu padre me trate mejor que a ti? —sonríe, burlona.

—¿Envidiarte? —ríe sin gracia—. En realidad, te tengo lástima.

—Eso es lo que diría alguien envidioso.

—¡Por Dios! —ruedo los ojos—. ¿Cuántos años tienes? ¿15? ¿10? Estás jugando a ser adulto independiente y no eres más que una niña inmadura.

Siento su energía aumentando con violencia, su ceño fruncido se acentúa y me apunta directamente al pecho.

—Hazlo.

Su mandíbula se tensa.

—No me retes.

—Es justo lo que estoy haciendo —doy un paso al frente, acercándome al borde del campo de energía y pronuncio con peligrosa lentitud—: Te reto a hacerlo.

Su agarre sobre el arco se vuelve más fuerte y sin pensarlo más, dispara la flecha. Como era de esperarse, no atraviesa mis defensas y sonrío ampliamente haciéndola enfurecer más.

Los demás arqueros preparan sus flechas. Enarco una ceja, retadora y suelto una risa sin gracia antes de girarme hacia los chicos y susurrar, preocupada:

—No estoy segura de cuánto más pueda aguantar el campo de energía.

Adonis toma las espadas que reposaban en forma de 'X' en su espalda.

—Quítalo.

Dian lo mira, alarmada.

—¿¡Así sin más!? —chilla en voz baja—. ¡Son demasiados! Necesitamos un plan.

El pelinegro evalúa la situación mientras nosotros nos preparamos con nuestras armas. Más flechas se impactan contra nuestra burbuja de protección y esta vez, siento cómo mi energía se estremece.

NirewoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora