Capítulo 15

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El sonido de Adonis desenvainando su espada al mismo tiempo que todos sacamos nuestras armas es lo único que se escucha a nuestro alrededor. La niebla sobre nuestras cabezas me eriza la piel y me hace alertar mis sentidos aún más.

No siento nada.

Los chicos esperan, cautelosos, mirando en todas direcciones. Sin embargo, sé que esperan que les dé un indicio de algo, pero no puedo sentir nada. Maldigo en voz baja y cierro los ojos, concentrándome.

Silencio. Mucho silencio.

De pronto, una descarga de adrenalina me hace abrir los ojos de golpe y lanzo mi daga con fuerza en dirección a Ian, quien suelta un respingo cuando esta pasa por su lado antes de incrustarse en el hombro izquierdo de un chico, que poco a poco comenzaba a materializarse.

¿De dónde...?

—Qué buen sexto sentido tienes, bonita —dice, juguetón.

La sangre ha comenzado a empapar su camisa, así que toma la daga y la saca de su piel, de golpe y la deja caer al suelo. Retrocedo un poco y Adonis me cubre con su cuerpo, mientras apunta al chico. 

—Adonis Müller —pronuncia con una falsa emoción, sin importarle el sangrado de su hombro—. Qué gusto volver a verte.

Adonis tensa el agarre sobre la espada.

—Me gustaría decir lo mismo, pero no pienso mentir al respecto.

El chico suelta una leve risa y me mira.

—¿No es un encanto?

No respondo.

—Bueno, continuando con las presentaciones —se aclara la garganta—. Tenemos a...

—¡Ian! —grito, siendo guiada por los impulsos de mi percepción—. ¡Detrás de-!

Una chica emerge de debajo del suelo y le sonríe, maliciosa antes de tomar su tobillo e intentar hundirlo consigo. Dian corre en su ayuda, pero otro chico sale de la nada y le impide continuar, comenzando a pelear con ella.

Mierda.

Adonis extiende su mano y atrae mi daga que está en el suelo. Me la extiende y sin dejar de mirar al tipo frente a nosotros, murmura en voz muy baja:

—Corre al auto.

No quiero obedecer, quiero quedarme a ayudarlos, pero mis piernas no piensan lo mismo y, cuando me doy cuenta, estoy corriendo tan rápido como puedo. Abro la puerta del auto y dejo la caja sobre el asiento de atrás. Intento subirme, pero una mano en mi brazo izquierdo me detiene. Me giro, sobresaltada y un chico con aspecto desaliñado me sonríe, malicioso.

—¿Llevas prisa?

Ni siquiera me deja responder porque me jala con tanta fuerza que, al soltarme, caigo al suelo abruptamente. Ahogo un quejido sintiendo cómo el dolor en mi brazo se expande por la herida de la fiesta. Al fondo, puedo escuchar los sonidos de las peleas simultáneas que los chicos están llevando y no puedo verlo, pero sé que Adonis tiene intenciones de correr hacia acá, sin embargo, su oponente no se lo permite.

—Escucha, hagamos esto rápido, ¿sí? —el chico se truena los dedos, yo lo observo desde el suelo, cautelosa—. El jefe dijo que sería muy fácil, que solo un idiota no podría completar esta misión. Y yo no quiero ser ese idiota, ¿de acuerdo? —frunzo el ceño—. Nunca me dejan hacer nada importante, así que no puedo arruinar esto. Se enojaría mucho y nadie quiere verlo enojado.

Recargo mi peso sobre los codos y lo miro, desconcertada.

¿Qué estupideces está diciendo?

NirewoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora