Capítulo 46

122 14 33
                                    

Liv y Emma invitaron a Egan.

Liv y Emma.

Liv. Y. Emma.

Santo Sallow.

—¿Cómo es eso posible?

Aunque la duda baila en la punta de mi lengua, no soy yo quien la externa; Adonis lo hace.

—Bueno, desde que han pasado más tiempo en Arplewood-

—¿¡Qué!? —lo interrumpo, sorprendida y exaltada.

—¿No sabías? —Kilian enarca una ceja y ante mi negativa, continúa—: Desde antes de vacaciones iban y venían casi diario. Parece que Emma y Akira se están tomando las cosas en serio.

—¿Y Liv? —inquiero, ansiosa.

—¿Con Caín? Naah. El compromiso no es lo suyo con él —estoy a punto de suspirar, aliviada, pero agrega—: Con Egan en cambio...

El horror me inunda el cuerpo como un balde de agua fría.

—¿¡Liv y Egan!?

Asiente.

—No, no, no —comienzo a moverme ansiosamente por la habitación—. Es imposible. Dime que no es cierto.

Kilian enarca una ceja, evaluándome como si hubiese perdido la razón. Quizás es verdad.

—Es cierto.

—¡Eso no fue lo que te pedí que me dijeras!

—¿Quieres que te mienta? Perfecto -se aclara la garganta y en un tono de amabilidad exageradamente fingida, agrega—: No, Danáe, estaba bromeando. Liv jamás ha hablado con Egan, ni mucho menos se han besado. Y por supuesto que no la ha llevado a casa, a su habitación, en medio de la noche.

Me voy a desmayar.

Intento estabilizar mis emociones mientras los chicos me analizan en silencio, temerosos de mi reacción. Tomo una profunda respiración y cuando veo a Nis intentando acercarse, niego, haciéndolo detenerse y guardar su distancia.

—¿Desde cuándo están saliendo? —inquiero, intentando mantener la calma.

Hace una mueca, pensativo.

—Dos o tres semanas, tal vez.

Al diablo la calma.

—¿¡Y hasta ahora me lo dices!?

Se encoge de hombros con aburrimiento.

—¿Debía decírtelo antes?

Casi puedo sentir el tic en mi ojo antes de dejar que mis impulsos me venzan y salto sobre él con la intención de ahorcarlo, pero los fuertes brazos de Adonis me rodean la cintura por detrás, impidiéndolo.

—¡Suéltame! —forcejeo con desesperación—. ¡Voy a matarlo! ¡Suéltame!

Sus labios se curvan en una sonrisa burlona y es la gota que derrama el vaso. Extiendo la mano, guiando la energía hacia su cuello, enrollándola a su alrededor y apretando con fuerza, borrando toda expresión de diversión de su rostro. Lo veo retorcerse con vehemencia, buscando liberarse para obtener algo de oxígeno.

—¡Náe! —Dian chilla, asustada—. ¡Nis, haz algo!

Detrás de mí, escucho la risita de Adonis.

—Espera, es más gracioso de lo que pensé.

—Sí —Ian coincide entre risas—. A ver, intenta apretar un poco más fuerte.

—Ian —Aster lo reprende, mirándolo mal.

El ojiazul se pone serio de inmediato y se aclara la garganta.

NirewoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora