3. Nuevo

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Mi cronograma sumó un nuevo pasatiempo.

Escuela, biblioteca, bosque, infierno.

Lo mismo cada día hasta que lo adopté como propio. Se volvió electrizante la actividad, corretear las indefensas criaturas hasta el cansancio, presas del miedo y de la fascinación que llegaba una vez partían a otro mundo. El repertorio creció; ardillas, conejos, lagartos e incluso pequeños venados, pero sin duda el verdadero reto eran las aves. Pueden ser muy escurridizas las bastardas.

Resultaba frustrante lo mucho que me privaba mi edad, porque mi intelecto trazaba grandes planes que mi todavía escueto cuerpecillo no era capaz de llevar a cabo. Pero me amoldé a lo que mi anatomía me permitía y logré encontrar un ritmo.

Mis instintos al igual que mi astucia afloraron rápido, sorprendiéndome incluso. Con los meses las descargas que solía recibir al abrir los pequeños cadáveres no eran ni remotamente gratificantes, no como al principio. Así que tuve que evolucionar, encontrar nuevos métodos.

Todo iba demasiado bien como para durar, en febrero de ese año hubo una fuga de gas en el instituto y el incendio se extendió durante la noche arrasando con todo. Hubiese sido divertido que ocurriera en el día para verlo, por desgracia quedó en muy mal estado y la solución fue reasignar a todo el alumnado a otras escuelas de la zona. Por mi condición social fue necesario cierto papeleo pero lograron trasladarme a uno de los institutos en una de las mejores zonas de la ciudad.

Era digno representante de la elite que ahí asistía, grande y moderno, acogedor, la matrícula era bastante extensa pero lo mejor sin duda era la biblioteca.

Por lo repentino de la situación, el año que había adelantado gracias a mis cualidades lo perdí y tuve que reiniciarlo. Mi otra vez iluso pensamiento me invitó a volver a intentarlo, encajar. Iba a ser difícil, considerando que viéndome no parecía uno de ellos, no llevaba el uniforme perfectamente planchado ni zapatos lustrados. Pero lo tomé como un reto, las apariencias físicas no los son todo.

El primer día fue diferente a lo que había esperado, todos fueron bastante amables y la maestra se encargó de hacerme encajar. Mi asiento estaba en el medio del aula y todos a mí alrededor parecían fascinados con la llegada de alguien nuevo a mitad de año. La primera en hacerse notar fue una niña.

—Hola nuevo, soy Vera Peterson —dijo amable y me presenté también.

Era una persona intrigante, aun siendo joven, desprendía ese aire que te invitaba a querer descubrir todo de ella. Y yo siendo todo un analista, no fui la excepción.

Era alta para su edad, castaña.

Conforme crecía fui entendiendo que los ojos de una persona pueden mostrarte todo lo que quieras si sabes qué buscar. Más allá del color, pueden dejar en evidencia todo lo que el alma trata de esconder y los suyos eran atrapantes como toda ella, verdes aceitunados, tan vivaces. Irradiaban tanto poder e inocencia a la vez que podía embelesarte con solo mirarte.

Pero más allá de su físico, lo que albergaba dentro era lo realmente interesante.

Observar a las personas era otro de mis pasatiempos favoritos, digamos que lo adquirí cuando lo encontré como una necesidad para copiar actitudes, comportamientos y respuestas que por alguna razón yo no era capaz de ejercer por simple inercia. Y como con el resto, no me costó mucho estudiarla.

Confieso que me hizo todo más fácil al desenvolverse conmigo, durante los almuerzos y algunas veces me acompañaba a la biblioteca. Con lo que pude ver en ese entonces sabía que era buena y que pese a que había tenido contacto con otros colores además del blanco, sabía cómo manejarse dentro de él.

Aproveché sus debilidades para conocer sus virtudes, Vera no conocía mis capacidades, así que la dejé creer que no entendía muchas cosas para pasar más tiempo a su lado. Eso hizo que mi interés en los otros pasatiempos mermara, mi mente solo trabajaba en cómo funcionaba su persona, qué la movía, qué le aterraba. Era mi nuevo acertijo y estaba dispuesto a resolverlo, costase lo que costase.

Pero aun en mi esfuerzo, por mucho que intentara asemejarme al resto, había detalles que para la fecha no era capaz de controlar. Cosas que ni siquiera desarrollando mi mejor papel de actuación lograba tapar, y eso alertó a una de mis maestras.

Digamos que es extraño que un niño de diez años tenga cierto interés en cosas por las que no debería, y por el contrario, pasar desapercibido cosas que por lo común suelen hacer mella.

Una mañana después de la clase de matemáticas entro una señora algo mayor al salón, buscó en su carpeta y pronunció mi nombre, la había visto antes por los pasillos pero no sabía quién era hasta entonces.


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¿Por sangre o elección?✔️ [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora