Capitulo 3

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La semana había llegado, estaba junto a Bruno, que se había asegurado que iría, había llamado a mis padres para anunciarle ese hecho. Tenía dos años de no verlos, desde que salí corriendo de la universidad, para dejar atrás mis sueños, aunque eran los de ellos.

Mi madre, quien era la más entusiasmada, no habló menos de siete veces, preguntándome si era cierto. Estaba realmente feliz, y yo también al verla a ella. Me habló de tantas cosas, me dijo que haría mi postre favorito, pero que no dejara de ir.

Subido en la parte del copiloto, maldiciendo secretamente este viaje. Bruno era el más extasiado por la aventura, según él.

—Vamos, hombre, que no es un funeral. ¿Acaso no quieres ver a las personas con quien compartimos dos años de estudio?— Se burló de mí. Él más que nadie conocía que odiaba todo eso. Que estar en la escuela solo era para conseguir un acostón.

— ¿Acaso tú si lo estás?

—Yo sí, más que repasé las mujeres que no tuvieron sexo conmigo. Esta semana lograré llenar esos espacios vacíos de mi lista. — Él dijo semana, no bueno qué no era una jodida reunión y ya. Solo era "Hola, te acuerdas de mí, no, ni yo me acuerdo de ti", necesitaba una explicación ahora—. ¿Qué? No te dije, que no vamos a la escuela.

— ¡No! —espeté.

—Claro, lo hice. Vamos a la playa. En serio, ¿no te lo dije?— reía, mientras giraba el redondel.

—Puta, maldito zorro. Lo olvidaste, idiota. ¿O no?—entrecerré mi mirada, y pude notar la ironía de la vida—. Lo sabía, pendejo. Esto lo pagarás.

—Debiste leer el anuncio, pero no. El señorito, por mirar otras cosas. No lo vio. —A veces, me atemorizaba cómo Bruno conocía muchas cosas mí, cosas que ni siquiera yo notaba—. Ya cálmate. La gozarás. Al menos te salvé de "tú no serás nadie si no estudias"—dijo imitando la voz de mi padre, y hasta su gesto con la boca.

Una semana. Eso no estaba en mis planes, la verdad es que nada de lo que planeaba me salía del todo bien. Así que, me relajaría, y tomaría todo con calma. Yo no era quien debía sentirse avergonzado, pensé, Abril sí. Para mí, ella es mi trofeo.  Su virginidad se quedó conmigo.

Un poco más de una hora después, estábamos en aquel bello lugar que los organizadores habían buscado para el convivio de la promoción. Dos de nuestros compañeros eran los encargados de dicho evento; ambos casados, fueron novios toda la escuela y, por lo visto, toda la vida.

A Bruno y a mí, nos parecieron estúpido esas pruebas de amor, y al verlos acariciándose y mostrando con orgullo su anillo de bodas, nuestras miradas se cruzaron y al unísono del tiempo dijimos—:Asco.

Reímos al ver que sí, seguíamos siendo los mismos locos que alguna vez le robaron la maleta al profesor de matemáticas para introducirles piedras. Dos semanas de castigo y  unas cuantas costillas fracturadas para nuestro profesor, valieron la pena al ver al pobre hombre rodando por las escaleras.

Llegamos a recepción, y el hombre frente al mostrador, pidió el recuentro de las personas. Confirmando una, a una su asistencia. Éramos menos de cincuenta alumnos, así que, estaríamos por lo menos unos treinta minutos mientras que corroboraran la información.

Llegaron a mi nombre, y levanté mi mano. El grupo, creyó que no vendría; y todos giraron al ver mi voz. No me gustaba que me miraran, me sentía acosado. Pero no era a mí a quien miraban, cuando giré la cabeza, también me quedé de la misma manera que todos los demás. Al pronunciar el nombre de Abril, la pequeña mujer que estaba caminando frente a mí era una alucinación.

Su cuerpo; bien marcado en un pequeño vestido blanco que mostraba sus hermosos atributos, ella se miraba aún mejor que en las fotos. Su cabello; tan sedoso. Dios, estaba viendo un ángel.

Pasó a la par mía, asintiendo con su cabeza. La seguí dejando a Bruno a un lado, era solo que mis ojos no podían despegar la vista de este ser, mirar como ese trasero se meneaba al mover sus tersas piernas... Joder, me sentía caliente, esta hembra, si sabía cómo ponerme con solo caminar.

No me di cuenta, de nada a mí alrededor. Y enredándome en unas maletas que obstaculizaban mi camino, caí entre ellas. Esta vez, todos se dieron cuenta que era yo; Bruno vino a mi rescate, dándome su mano para levantarme. Cuando lo hice la busqué de nuevo, ella estaba riendo de mí con la chica que estaba junto a ella.

«Mierda, hice el ridículo. Maldita Abril, haces de nuevo que pierda mi razón.»

Luego del pequeño incidente, nos colocaron en nuestras respectivas cabañas. Teníamos instrucciones, de descansar por el resto de la tarde, ya que por la noche debíamos presentarnos en la playa. Esta reunión, se estaba convirtiendo, en un completo martirio. ¿Dónde estaba el desenfreno de la vida? Me pregunté.

Bruno, llegó primero. Abriendo y admirando nuestra habitación, salió corriendo y se lanzó a la cama junto a la ventana

—Joder, esto es vida. —Se levantó, apoyando sus rodillas sobre la cama. Mientras movía de manera muy obscena la cama—. Así tendré ahora a una. Y ya sé quién va ser.

—Hey, acabamos de llegar y ya quieres acabar. Estás enfermo.

Sacó de su maleta, una tira de veinte condones colocándoselas en su cuello.

—Yo sí sé a qué vine, ¿y tú?

—¿A qué te refieres?

—Bueno, nadie vio tu pene erecto, por suerte; pero sí vieron la ridícula caída al ver a tu coño imposible. —Una rabia, que aún no sabía cómo explicar, de nuevo poseía mis sentimientos. ¿Por qué me molestaba que se expresaran así de Abril?

—No era nada. Es solo que la vi, y me tropecé.

— ¿O te excitaste?

—No, me tropecé.

—Sí, Kenneth, como tú digas —masculló, en un deseo de ser sarcástico. Vio la hora, y se dirigió a la salida. No sin antes decir—: Voy a caminar. Nos vemos en una hora, debes estar en las actividades responsables de los esposos perfecto. ¿De acuerdo?

—Sí, vete ya.

Sueños de Juventud (SDI #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora