Capitulo 23

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Usted tiene cinco mensajes nuevos. Primer mensaje, del número siete-seis-cinco-siete-siete-siete-uno-dos a las catorce horas:

Kenneth Sandoval, contesta este maldito celular de mierda. No puedes solo dejarte llenar tu vida de mierda, sal vamos... En serio, no puedes estar tan pendejo. Necesitamos vernos.

Segundo mensaje, del número siete-seis-cinco-siete-siete-siete-uno-dos a las dieciséis horas:

Puta pendejo, llevas una semana encerrado. Tus padres están preocupados, te juro que tu papá me ha llamado. Necesito saber si no te has matado por lo menos.

Tercer mensaje, del número siete-seis-cinco-siete-siete-siete-uno-dos a las dieciséis horas con treinta minutos:

No puedo creer que me tienes como Magdalena sufriendo por ti, amigo, da una muestra de que estas bien.

Cuarto mensaje, del número dos-dos-cinco-siete-siete-siete-siete-siete  a las diecisiete horas:

Kenneth, ¿por qué no has vuelto a trabajar? Te extraño osito, estoy preocupada, tienes comida. Llámame, sabes que puedo hacerte un cheque con solo que lo digas.

Quinto mensaje, del número siete-seis-cinco-siete-siete-siete-uno-dos a las dieciocho horas:

Llegaré en diez minutos, y no me iré hasta que abras.

Terminé de escuchar el último mensaje, verificando la hora. Bruno estaría por llegar, había pasado una semana sin saber de nadie, cuando Abril salió de la habitación me quedé ahí hasta que llegaron las chicas de la limpieza y me pidieron que saliera; caminé derrotado ese día, pues el único premio que había logrado se me escapo, no, yo lo tiré a la basura. Llegué a mi habitación, Bruno no estaba, dejándole una nota tomé mis cosas y me fui sin rumbo. Pasé la noche con el poco dinero que me quedaba en un motel, solo con la foto de mi hija. El pensamiento me atormentaba al saber que era padre, y que no había hecho nada para su bienestar. Era un cobarde, pero tenía miedo a fracasar, como en todo.

Había pasado estos días admirando a la pequeña, me preguntaba cómo se llamaría, me intrigaba saber al menos si había sido feliz. Al verla notaba que su físico era inminentemente igual al mío, solo esperaba que la inteligencia seria de Abril, su mamá; sonreía de en cuando imaginándome como habría sido la vida con ellas a mi lado, tal vez no era mala idea. Si le gustaba el ballet, mi madre siempre había soñado con una niña para llevarla a clases, o podría ser que le gustaban los juegos más físicos como el futbol, bueno mi padre estaría encantado.

Suspiré y comencé a reír como loco, al darme cuenta que estaba soñando una vida que nunca me perteneció; y era que tenía miedo a fallar, no quería terminar como mi padre amargado, y no quería dañar a esa niña desilusionándola, ni dañar a Abril.

Aunque miles de veces quise llamarle, hurgaba en su perfil buscando una señal de ella; pero luego de la reunión ni siquiera tenía algún enlace compartido, ni una foto subida. Ella, también había desaparecido de la faz de la tierra; ella quizás ya tenía a su hija, mientras yo me obtenía a mí mismo. Como debería ser, porque vamos, si la buscaba ¿Qué le diría? Ni siquiera poseía un trabajo, qué sería entonces ¡Un estorbo! No, suficiente serlo para mis padres, como para que otra persona cargara conmigo.

«¡Que difícil es crecer!»

Grité mientras me daba contra la cama, sostenía la foto de la niña mientras creía que golpeándome sacaría de mis pensamientos a ese par.

El sonido del  timbre empezó a sonar, alertándome de la llegada de Bruno. Verifiqué la hora, y en efecto tendría que ser él. Iba ignorarlo, no quería que nadie me viera, mucho menos hablar con nadie ¿Era tan difícil dejarme con mi soledad? Tomé la sabana, cubriéndome con ella para amortiguar el sonido hilarante y que con mucho ímpetu hacía sonar mi amigo.

Sueños de Juventud (SDI #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora