Capítulo 4

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Estaba enfrente de la puerta de su despacho. Me moví nerviosa antes de tocar la puerta.

La respuesta no tardó en llegar y la abrí con mucho cuidado.

Allí estaba, mi jefe junto a la que, si no recuerdo mal, era la secretaria del señor Brown.

Estaba muy recta, sentada en su silla con la barbilla bien alta y su aire de superioridad que la identificaba.

Estaba seria, no había ninguna curva en sus labios. Su pelo estaba perfectamente repeinado en una cola alta, no tenía ni un pelo salido ¡Ni uno!

Su maquillaje estaba intacto, un eyeliner perfecto y lo más increíble ¡Ambos iguales! Eso creo que nunca había sido posible en la historia de la humanidad.

Tenía un pintalabios color rojo pasión y en sus párpados unas sombras de color marrón.

Tenía unas pestañas muy finas pero muy bien curvadas e iba vestida con un conjunto entero de traje, muy bonito por cierto.

-Buenas señorita Stone -Me saludó mi jefe con una sonrisa, no muy alegre.

Pude ver que había una tablet digital frente a ellos, aunque no pude ver su pantalla.

-Buenos días señor -Lo salude, quieta en mi sitio.

-¿Cómo se encuentra? ¿Está mejor? -asentí, sin responder. Notaba la mirada de desprecio con la que me miraba la secretaria- Siéntese, si lo desea, tenemos que hablar.

-Estoy bien así, pero gracias.

-Bien, como desees. Cómo usted bien sabe, el trato del proyecto era que en caso de que el proyecto fuese mal, usted perdería su puesto de trabajo -Un nudo se me formó en la garganta y tragué grueso- Y como usted bien sabe la cosa no fue bien...

En ese momento no podía respirar, unas lágrimas amenazaban con brotar pero, contube mis ganas de llorar mientras me pellizcaba disimuladamente las manos.

-Así que debe irse -Dijo finalmente, como si hubiese soltado una bomba- Es una suerte que después de lo que pasó quieran seguir trabajando con nosotros.

-Pero... No sé que hice mal -Mi voz se quebraba en cada palabra que decía.

Mi jefe, ahora ex-jefe me miró triste. Pero era cierto, yo había puesto mi propio puesto de trabajo en juego, todo había sido mi culpa.

- ¿Y quién llevará el caso? -logre decir. La verdad es que ya lo sabía, pero quería asegurarme.

-Buenos días -Dijo una voz chillona tras de mí.

Se escuchó el tintineo odioso de sus zapatos resonar a cada pas que daba hasta llegar donde estaban mi jefe y la secretaría.

-Un gusto trabajar con ustedes, yo soy Bethanie Clawn, encantada -Le entendió la mano y la secretaría no dudó en estrecharla- Traigo una serie de propuestas para el proyecto, que creo que le irán genial.

Ya no escuché más, me giré sobre mí misma y salí de la habitación.

Cerré la puerta detrás de mí y apoyé mi espalda en ella cuando estuvo cerrada.

Las lágrimas no tardaron en rodar por mis mejillas humedeciendo mi piel al contacto.

Cerré los ojos con fuerza y cerré los puños, con rabia.

Podía notar la mirada triste de Trish sobre mí. Ella se acercó con cuidado y se puso a mí lado poniendo su mano sobre mi hombro.

-Tranquila pequeña, verás que todo sale bien -Me dijo antes de girarme hacia ella y apoyar mi cabeza sobre su hombro.

Ella era como una segunda madre para mí, me trataba con tanta dulzura... Más de la que me merecía.

-Trish, he perdido mi trabajo -Digo entre llantos y me desplome más, sonaba tan mal decirlo en voz alta, no me di cuenta de lo que realmente pasaba hasta que lo dije en voz alta.

Había perdido el trabajo.

Esto no podía estar pasando realmente.

¿Cómo iba a decírselo a Bieber?

Miré mi anillo de compromiso.

Mierda, la boda. ¿Cómo iba a pagar la boda?

Esto tenía que ser una broma, pero no, era la vida real y tenía que afrontarla.

Me separé de Trish y ella me quitó las lágrimas de la cara con una sonrisa triste.

-Gracias -logré pronunciar.

-Ya estoy aquí -Dijo mi mejor amiga llegando a mi lado y abrazándome- Todo va a ir bien, pero ahora vámonos a casa.

Me acompañó hasta el despacho donde ambas me ayudaron a recoger las cosas.

Aunque no lo recogí todo.

Sheila se pidió el día libre y me acompañó hasta casa, allí me tumbó en el sofá.

-¿Te apetece algo? -Preguntó y yo negué con la cabeza.

Entonces el timbre sonó. No esperaba visita, y Bieber trabajaría hasta tarde y por supuesto mi casi-suegra tiene llaves así que... No tengo ni idea.

-Hola chicas! -Dijo una voz que reconocería a cientos y cientos de kilómetros de distancia.

Mi tía Helen.

-Hola Helen -La saludó Sheila- No creo que sea un buen momento...

Por supuesto mi tía la ignoró y se acercó a mí.

-Parece mentira, con todo lo que he hecho yo pro ti ¡Ni siquiera vienes a verme! Y no se te ocurra ponerme la escusa del trabajo, porque no cuenta.

Ella dejó las bolsas que traía, se acercó a mí y se sentó en el sofá mirándome.

-Tia Helen -Llamé su atención- Me han despedido.

Dije casi sin mirarla. Ella puso los ojos como platos.

-Alexa lo siento, cariño -Se acercó a mí y me puso mejor la manta- No iba en serio lo que te dije antes...

-Tranquila tía, no importa -La disculpé, ella no salía de su asombro. Me siento mal porque ella fue quien me pagó los estudios para que pudiera estudiar.

Siento que la estoy defraudando.

-Debes estar fatal -Dijo mirándome de arriba a abajo- ¿Le has preparado ya el café y el chocolate?

Está vez habló con Sheila. Ella la miró sin entender nada.

-No me digas que no sabes que necesita tu amiga en los momentos de bajón -Ella se encogió de brazos con una sonrisa inocente.

Mira tía se levantó corriendo, como si de mi vida dependiese y comenzó a hacer chocolate.

Sheila y yo estábamos en silencio, en un silencio muy agradable la verdad.

Puesto que yo no tenía ganas de hablar.

Al cabo de unos minutos, Mi tía regresó con tres tazas de chocolate caliente con helado de nata.

-Desembuchad, ¿A quien hay que matar?


El Chico No Es Siempre Un Caballero [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora