Capítulo 31

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Mis ojos se cerraron recordando sus labios unidos a los míos. 

Su lengua jugando con la mía. 

Sus dientes mordiendo mi labio inferior. 

Sus ganas junto con las mías. 

-¿En que piensas? -Me preguntó Sheila antes de llevarse el tenedor a la boca. 

Habíamos ido a almorzar juntas a un Italiano. Yo corté con el cuchillo un trozo de la lasaña que me había pedido. 

Ella me miraba, impaciente esperando una respuesta que le convenciese. 

Yo le sonreí, ocultando mis nervios y buscando una buena excusa que hiciese olvidar la pregunta que acababa de formular. 

Cuando se trataba de Sheila y sobre todo cuando el tema era Jack, se me hacía bastante difícil engañarle. 

-Nada -Dije intentando verme lo más tranquila posible, restándole importancia al asunto. Ella pareció notar algo ya que su cata se volvió de asombro. En Shock.  

-No, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no -Y siguió así mientras me señalaba con el dedo, con los ojos abiertos como platos. Fue como si acabase de descubrir el mayor acertijo habido sobre la tierra. 

-¿No qué? -Le pregunté esperando su respuesta. Es imposible que lo adivinase... 

-¡Tu te has besado con Jack! -Dijo enseguida. Yo abrí los ojos mientras tosía el trozo de lasaña que se me habia ido a las vias respiratorias. Pues si que lo ha adivinado. 

-Nooooo, por favor... -Intenté mentir pero ella alzo las cejas dándome a entender que no serviría de nada mentir- Bueno si. 

Ella casi chilla y yo le hice un gesto con la mano para que se calmase. Tenía una sonrisa de oreja a oreja, como si le hubiesen contado el mejor chisme del año. 

-¿Puedes calmarte? -Le pedí mientras le suplicaba con los ojos. A este paso se enteraría todo el restaurante. Amaba a mi amiga, pero ella no conocía el significado de discreción.

-¡No puedo creerlo! Con tu jefe, que morbo... -Comenzó a decir, riendo como una colegiada- Aunque lo entiendo chica, porque menudo ejemplar de hombre... 

-¡Sheila! -La corte en un susurro mientras mis mejillas se volvían rosas a causa de la vergüenza, ella río divertida. 

En cambio, a mí, no me parecía nada divertida esta situación.  

-¿Que pasó? ¿Cuando? ¿Dónde? ¡Quiero detalles! -Me exigió. Yo rodé los ojos ante su insistencia. Yo no pude evitar reírme divertida. 

Comencé a contarle lo ocurrido, sin profundizar en sus palabras. Pensé que eso era algo privado, entre Jack y yo. 

Cada palabra que salía de mi boca hacia que sintiese mas vergüenza.

Lo extraño era que no sentía arrepentimiento.

Sheila me escuchaba con atención mientras comíamos y yo terminaba de narrarle lo ocurrido.

- Así que por eso te has levantado tan feliz hoy... -Sonreí, muerta de la vergüenza.

Yo me giré hacia el camarero el cual traía la cuenta de nuestra mesa y le sonreí en agradecimiento.

No me dió tiempo a ver el precio ya que Sheila me arrancó el papel de las manos con cara de advertencia.

-Pago yo -Sacó el dinero y rodé los ojos. Cuando estaba tan convencida era inútil rechistar.

Salimos del bar y caminamos por las calles.

Estaba bastante transitada la calle, los coches conducían sin parar y las personas andaban con tranquilidad.

-¿Qué tal en el trabajo? -Pregunté antes de mirarla. Ella agachó la cabeza pensando lo que iba a decir.

Ella evito mi mirada y me paré frente a ella. Exigiéndole una explicación.

-Kevin -Aseguré al ver su reaccion a mi pregunta. Suspiré indignada. Iba a matar a ese cabron.

-No es nada, es solo que... -Un sollozo escapó de su boca. Yo la abracé y ella apoyo su mejilla en mi hombro.

Odiaba a ese hombre. No tenía fundamentos para hacer lo que hacía.

Mi amiga era súper buena persona, una mujer que da todo por los que le importan.

No tiene derecho a jugar con ella de esa manera. Ese cabronazo no tiene ningún derecho a hacerla sentir una princesa para después tirarla de lo más alto del castillo.

No puede ilusionar a una persona y hacerle creer que te importa para que después sea todo mentira.

No se juega con el corazón de las personas. Y menos con el de una que haría lo que sea por ti.

Noté como mi amiga se estremecía entre mis brazos. Los recuerdos la atormentaba en ese momento.

-Me trata demasiado extraño. En un momento me sonríe y me mira como si fuera la mejor mujer que había visto y después mi ignora. De verdad que no lo entiendo, no sé que he echo mal -Sollozaba entre mis brazos.

Mi corazón se partió. Cuando escuchas a tu mejor amiga así, sabes que nada volverá a ser como antes. Que ese capullo acaba de romper a una de las personas que más te importaban en el mundo.

Y bajo mi punto de vista, eso no tiene perdón.

-Sheila, no entiendo porque te lo tomas así. Es un cabronazo que no sabe lo que quiere y no me parece justo.

-Porque me importa, Alex. Más de lo que me gustaría admitir y aunque lo intento, no puedo olvidarlo. -Se quejó.

Yo acaricié su pelo con cariño, intentando aliviarle ese dolor.

Y entonces lo supe. Ahí descubrí el verdadero amor. El que siempre está para ti y el que lo haría todo por verte feliz.

Ese amor nació en mi pecho. Justo en aquel momento. Un amor hacia la persona que tenía frente a mí.

Y no de un modo romántico, más bien, fraternal. Un amor que me permitiría hacer todo lo posible para que se sintiese bien, un amor que superaba mi propio bienestar.

Esa calidez en el pecho cuando me sonríe o ese dolor profundo cuando sus ojos derraman lágrimas.

Ese sentimiento que, si es necesario, darías tu propia felicidad por la de ella.

Ese era mi amor por Sheila, mi mejor amiga. Una de las personas más importantes de mi vida.

La abracé lo más fuerte que pude, intentando robarle esa pena y ese dolor que tenía en su interior.

Necesitaba verla sonreír.

El Chico No Es Siempre Un Caballero [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora