Capítulo 1: Érase una vez...

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Noviembre 27 de 2016.
Santa Monica, California.
Penúltimo curso en la Universidad Internacional de Artes de California.

Érase una vez...

Toda historia perfecta comienza así, ¿no?
Con un "Érase una vez...".

Pero esta no es una historia perfecta como cualquier otra que tenga un «Érase una vez» al comienzo.

Esta historia tiene personajes, aunque no perfectos, poseen buenas cualidades.

Esta es una historia entre dos personas, dos almas. Y aunque no es perfecta... Puede ser maravillosa.

Así que, déjame comenzar.

Érase una vez...
Una mujer que lo poseía todo y un chico que no tenía nada, pero lo codiciaba todo. Y déjame contarte un secreto: ambos deseaban algo por igual y eso era que buscaban la felicidad —aunque para ambos eran términos qué significaban cosas completamente diferentes, pero eso ninguno de los dos aún lo entendía—, y qué, de algún modo la encontraron al juntar sus vidas, pero nada fue como ellos imaginaron que sería su historia.

O al menos eso creía la mujer que iba a perder más de lo que iba a ganar con aquella unión.

Érase una vez, otra historia de amor en un mundo plagado por la búsqueda de la aprobación que estuvo a punto de terminar incluso antes de haber comenzado (pero de esa te hablaré después).

Érase una vez una historia... dónde solo tú decides cuál puede ser su final.

Suena algo aterrador, pero puedo casi asegurártelo como una chica la cual está a punto de comenzar la suya y no tiene ni la más mínima idea de qué hacer, que así es la vida.

Tal vez simplemente sea mi miedo hablando, pero es que decidir el camino y el final de uno no es precisamente la cosa más alegre.
Da pavor, un miedo de esos que te mantienen en vilo pensando sí estás tomando la decisión correcta y no la que te llevará por un camino que no pueda tener retorno.

Hay quienes son afortunados y tienen personas a su lado que le ayudan a permanecer en un solo camino con las ideas claras, pero hay un grupo no tan privilegiado, como es mi caso, donde les toca recorrerlo a ciegas y con la bendición de los cielos, tanteando aquí y allá solo rezando porque sea lo correcto, y si no lo es, al menos poder tener la oportunidad de regresar.

Lamentablemente a mí me tocó escoger el final de la primera historia de amor y no me gustó.

Bueno, escoger no. "Presenciar" creo que sería la palabra correcta, pero el resultado terminó siendo el mismo: catastrófico.

Por cierto, soy Ava.

Y aunque no tengo ni dos nombres ni hasta tres apellidos como indicador de ser alguien de real o rimbombante importancia para ser ganadora de todo lo que se espera de mi desde que era apenas una bebé, al parecer fui a llevarme la lotería en esta ocasión.

Algo dramático, lo sé, pero es lo que mi apellido acarrea tras de sí.

Un apellido que sólo es uno —para gran disgusto de mi madre—, y es realmente corto: Markov.

¿Recuerdas aquel muchacho de la primera historia de amor?

¿Aquel que no tenía nada y lo deseaba todo? Pues de él es el apellido y para él no es solo un apellido bonito que me distingue de otras Ava's en el mundo, no. Para mi padre el apellido Markov es como si llevaras el mismísimo apellido de la mismísima familia real inglesa.

Y según él y su loco fanatismo por la historia de los zares, si aún hubiera monarquismo en Rusia, seríamos nosotros quienes estaríamos ocupando el puesto.

El chico del café por las mañanas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora