Capítulo 6: Quien tenga miedo de morir, que no nazca.

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Ava

Realmente es una sorpresa el estar parada aquí nuevamente.

La última vez que pisé las instalaciones de la Casa de la cultura de California -CACUCA para abreviar-, fue hace ya más de cinco años.

Y es aquí donde muchos artistas, ciudadanos y residentes de la casa hogar para ancianos vienen a pasar su tiempo libre.

Y al parecer hoy es uno de esos días donde la residencia para ancianos que hay unas cuadras abajo ha venido por las clases de pintura sobre anatomía al natural.

Unas clases que aunque estén dirigidas a la mayoría de los veteranos de ese lugar, siempre están abiertas al público en general si es que el tiempo –y un poco de tu bolsillo– te lo permiten.

Muchas veces vienen algunos artistas residentes de la ciudad a hacer trabajo comunitario con estos proyectos y este lugar me servía realmente para hablar con algunos de los artistas que asistían y que por lo general estaban presentes durante las clases para alentar y orientar a los interesados y que a mi me servía para conocer sobre diferente técnicas que claramente nunca iba a poder poner en práctica pero de la que al menos conocería.

Y pensar que mi nuevo cliente está aquí... Ciertamente no me esperaba terminar parada en este lugar cuando fui a buscar la información de mi nuevo empleador y en la agencia me dieron la dirección de nada más ni nada menos que de la cafetería de la mañana.

Y muy a mi pesar, tuve que volver a poner un pie dentro si es que quería seguir llevándome alimento a la boca y poder conseguir algo de dinero para pagar un nuevo abogado. 

Nicola casi se orina de la risa cuando se lo platiqué por teléfono y tras hacerme prometerle que la llevaría a esta nueva cafetería –de la cual ella desconocía aunque siempre pasaba por ahí–, me armé de valor nuevamente para volver a entrar.

Con las prisas y el bochorno me había llevado también el libro que había recogido del estante el cual devolví tras disculparme por ello. Y supongo que fue un plus el no toparme con el otro barista, aunque su compañero, aquel que confundí también con el otro hombre, me dio un pequeño asentimiento de cabeza cuando pasó frente a mí mientras hablaba con Sasha.

Sasha, mi barista, con quien me presenté y me aseguró que no había ningún problema con el libro y que tras devolverme el cambio, fue quien me proporcionó información de que aquí podría encontrar a mi nuevo cliente.

Supongo que al estar aquí tiene ahora sentido el por qué esos libros de arte estaban adornando las estanterías de un café. Debió haberse hecho con las pinturas de este lugar también, ya que en días específicos luego ponen cuadros en venta.

Bueno, solo espero que realmente puedan venderse a buen precio dado que también de ello depende la comisión que la empresa me dará al finalizar mi trabajo. 

—Hola, vengo a... —comienzo a decir mientras me acerco a la mujer mayor que parece estar recibiendo a todo aquel interesado por la clases de hoy.

—Oh, pero si llegas justo a tiempo, querida. Que alegría ver gente joven interesada hoy en día por estos pequeños eventos —dice la mujer sin darme tiempo a terminar de explicarme—. Veo que no trajiste materiales, pero no te preocupes, linda. Aquí te daremos algo con que entretenerte. Muchos de los que pasan por aquí se ven atrapados por lo que ofrecemos y siempre llegan con las manos vacías cuando llegan y se van con una magnífica ilustración. Aunque con tan solo ver me atrevo a decir que podría ser más que suficiente. Siempre tenemos un modelo magnífico, si sabes de lo que estoy hablando. ¡Y seguro que sí! Una joven tan bonita debe tener mucha atención en ese aspecto.

El chico del café por las mañanas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora