Capítulo 5: La resaca es una $@$-@!

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Ava

Ciertamente, la resaca es una perra desgraciada de proporciones épicas, y yo soy una completa tonta por no haberme tomado el tiempo para comer algo antes de comenzar a beber ron como si no hubiese un mañana.

Bueno, probablemente en ese momento y dado el lío en el que estoy, esto sea considerado algo así como el fin del mundo, pero aún así debí pensar en mínimo tomarme una aspirina antes de quedarme tendida sobre el sofá hasta hoy.

El silencio reina por toda la casa y al levantarme con un quejido, mi rostro queda directamente frente a unas persianas que dan a la calle principal del complejo de apartamentos y realmente espero que no sea el mismo lugar al que se refería Adam anoche.

Puede que estuviera borracha, pero no sufrí de pérdida de memoria.

Todo sigue doliendo, pero junto a ese dolor también siento una pequeña llama de enojo.

¿Hacía quién? No lo sé a ciencia cierta, pero realmente espero que tenga una etiqueta con el nombre de Dmitry.

La casa de Nikki está en un fraccionamiento residencial y la manera en que están acomodadas las casas me recuerdan mucho a la distribución de un hotel que visité hace algunos años combinados con un poco de las calles de Londres. Todos están en la misma acera, pero de alguna manera cada uno tiene su propio espacio y privacidad.

Probablemente debo seguir aún lo suficientemente borracha si aún sigo pensando en la manera en que está distribuido el espacio más allá de la puerta.

Cuando me aventuro a ponerme sobre mis pies, al principio un ligero mareo se apodera de mí, pero este se ve sustituido por un ligero malestar en la boca de mi estómago y sé que si no pongo algo de café en mi sistema con rapidez,  probablemente terminaré vomitando.

Con mi mente centrada en el único objetivo de conseguir algo de ese vital líquido café, me muevo en la dirección donde debería estar la cocina y tras algunos tumbos por mi parte, encuentro el pequeño espacio con gabinetes de madera y accesorios muy al estilo Nikki. Pero, oh, sorpresa, no hay café.

Después de todos estos años, Nicola sigue sin caer bajo las garras del brebaje de los dioses y sigue estando enganchada como una adicta a los té por la considerable cantidad de pequeñas cajas que encuentro en las gavetas en mi búsqueda sin frutos con la pequeña esperanza de encontrar aunque sea un poco de café soluble, pero rápidamente encuentro mi respuesta a ello y desisto más mareada que antes.

Lo que sí encuentro es mi maleta cerca de la puerta principal y supongo que debo agradecer que mi hermano se haya acordado de dársela a Nikki. Probablemente tengo el aspecto de alguien que tuvo días mejores y aunque es así como me encuentro no veo la necesidad de que alguien más allá de esta puerta se entere.

Me muevo de la cocina hasta la puerta a una velocidad digna de una competencia con una tortuga, y aunque mi prioridad es conseguir café, necesito mejorar mi apariencia para continuar con mi búsqueda en otro lado donde sí que tenga oportunidad de obtenerlo.

Arrastro mi maleta por el enorme pasillo que se abre en uno de los espacios de la casa que da en dirección a las habitaciones y supongo que es un alivio que las demás puertas estén cerradas y la mía sea la única abierta siendo esta mi única señal divina de dónde plantar mi culo con resaca.

Tras abrir mi maleta y recuperar mi pequeña bolsa de viaje, rescato dos pastillas que no me molesto en tardarme en tragar mientras busco ropa limpia para meterme a bañar.

Como dije antes, no puedo salir con estas pintas a las oficinas y mucho menos a alguna cafetería. Probablemente ahorita no quiera ver ni una sola gota de alcohol, pero como siempre me pasa cuando despierto con resaca y me prometo jamás volver a beber, siempre se da la oportunidad y termino cediendo.

El chico del café por las mañanas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora