Hyunjin.
Técnicamente, soy un asesino, pero me gusta pensar que ésa es una de mis mejores cualidades.
Sostengo mi cuchillo bajo la luz de la luna y admiro el fulgor de la sangre antes de que se filtre en el acero y desaparezca. Fue hecho para mí cuando cumplí diecisiete años y la constancia de que matar había dejado de ser un pasatiempo. Era indecoroso, dijo el rey, que el príncipe de Midas llevara consigo hojas oxidadas. Y por eso ahora porto una hoja mágica que bebe la sangre del ser muerto tan rápido que apenas tengo tiempo para admirarla. Lo cual es más apropiado, al parecer. Si no es que un poco teatral.
Observo el cadáver que yace sobre mi cubierta.
El Saad es un poderoso navío que alcanza el tamaño de dos barcos completos, con una tripulación que podría haber superado a los cuatrocientos miembros, pero es exactamente de la mitad porque valoro la lealtad por encima de todo. Viejas linternas negras adornan la popa, y el bauprés se extiende hacia delante en forma de una daga penetrante. El Saad es mucho más que un barco: es un arma. Pintado en la marina a la medianoche, sus velas son del mismo tono crema de la piel de la reina y su cubierta es tan brillante como la piel del rey.
Una cubierta que en este momento alberga el cadáver sangriento de una sirena.
—¿No se supone que debe desvanecerse ahora?
Habla Kolton Jisung, mi primer oficial. Tiene treinta y pocos años, un bigote blanco puro y unos buenos diez centímetros de altura más que yo. Cada brazo suyo es del tamaño de una de mis piernas, y es verdaderamente corpulento. En los meses de verano como éstos, lleva pantalones cortos y deshilachados por encima de sus rodillas, y una camisa blanca con un chaleco negro atado con una cinta roja. Esto me indica que de entre todas las cosas que él se toma en serio, que en realidad son la mayoría, su identidad como pirata podría no ser una de ellas. Es una contradicción para los tripulantes como Chan, que no se toma absolutamente nada en serio y, aun así, se viste como si fuera un miembro honorario de los infames ladrones Xaprár.
—Me resulta extraño mirarla —dice Jisung—, tan humana en la parte superior.
—Disfrutas ver esa parte, ¿cierto?
Jisung se ruboriza un poco y desvía su mirada de los senos expuestos de la sirena.
Por supuesto que entiendo lo que quería decir, pero en algún lugar, a lo largo de los mares, olvidé cómo estar horrorizado. No hay que mirar más allá de las aletas y los labios rojos, o los ojos que brillan con dos colores diferentes. Hombres como Jisung, buenos hombres, ven lo que estas criaturas podrían ser: mujeres y niñas, madres e hijas. Pero yo sólo puedo mirarlas tal como son: monstruos y bestias, criaturas y demonios.
No soy un buen hombre. Desde hace mucho tiempo dejé de serlo.
Delante de nosotros, la piel de la sirena comienza a disolverse. Su cabello se derrite en el verde mar y sus escamas se vuelven espuma. Incluso su sangre, que justo un momento antes amenazaba con manchar la cubierta del Saad, se transforma en pequeñas burbujas hasta quedar sólo espuma marina. Y un minuto más tarde, también eso se desvanece.
Estoy agradecido por esa mutación. Cuando una sirena muere, regresa al océano, lo que significa que no hay una indecorosa quema de cuerpos. No es necesario arrojar sus cadáveres putrefactos al mar. Es posible que no sea un buen hombre, pero soy lo suficientemente bueno para saber que esto es preferible.
—¿Qué sigue, capi?
Chan desliza su espada de regreso a su sitio y se posiciona junto a Changbin, mi segundo oficial. Como de costumbre, Chan está completamente vestido de negro, con retazos de cuero y guantes que cubren sus manos hasta la punta de los dedos. Su cabello castaño claro está afeitado en ambos lados, como la mayoría de los hombres de Omorfiá, donde la estética se valora por encima de todo lo demás. Lo cual, en el caso de Chan, también incluye la moral. Por fortuna para él, y tal vez para todos nosotros, Changbin es un experto en obligar que seamos decentes. Para un asesino entrenado, es extrañamente ético, y su relación ha logrado evitar que Chan resbale incluso en las pendientes más pronunciadas.
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Condenado [HyunMin]
Fanfictionpor cada año, un corazón. Seungmin es el futuro Rey del mar, el cuál para poder acceder al trono necesita robar dieciocho corazones. Cuando roba el último, aún era temprano, pues debía esperar hasta su aniversario para hacerlo. Es por eso, que es c...