Είκοσι δύο

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Seungmin

El rostro de Minho me persigue. Le imagino al borde de Reoma Putoder, con la cabeza inclinada mientras intenta esconder sus heridas. Avergonzado de que yo pueda ver el dolor que mi madre le infligió en mi ausencia. Puedo sentir su sabor como náuseas en mi boca. La angustia de Minho persiste en la parte posterior de mi garganta de la misma manera que el día que sostuve el corazón de Crestell en mi mano.

Merodeo por la cubierta, viendo a la tripulación instalarse en su rutina.

Ríen mientras exploran el agua y juegan a las cartas mientras cargan sus armas. Todos parecen estar en paz, sin nostalgia por sus hogares oculta detrás de su mirada. Es como si no les importara ser arrancados de sus reinos una y otra vez, mientras yo echo de menos el mío cada día más. ¿Cómo pueden reivindicar un hogar nómada tan fácilmente?

—Estás pensando demasiado —dice Changbin, sentándose a mi lado.

—Es para compensar por todas las personas en este barco que no piensan nada.

Changbin engancha su brazo alrededor de una maraña de cuerdas y se balancea sobre la cornisa del barco. Sus pies cuelgan del borde mientras el Saad se desliza hacia delante.

—Si te refieres a Chan —dice ella—, entonces podemos estar de acuerdo.

—¿No te cae bien? —presiono mis palmas sobre el borde del navío—.

¿No son pareja de apareamiento?

¿Apareamiento? —Changbin me mira boquiabierto—. ¿Qué somos, caballos? Somos compañeros —dice—. Hay una gran diferencia, ¿sabes?

La verdad es que no. Cuando se trata de relaciones, no sé nada de nada. En mi reino, no hay tiempo para conocer a alguien o formar un vínculo. Los humanos hablan de hacer el amor, pero no hacemos nada si no está reglamentado. Hacemos el amor de la misma manera en que hacemos la guerra.

En el océano, hay tritones guerreros, especializados para ello. La mayoría de ellos sirven como guardias para mi madre y protegen el reino marino de Keto. Ellos son los guerreros más fuertes de todos nosotros. Criaturas viciosas y letales, más viles que las nereidas, sus contrapartes. Más brutales que yo.

Los guerreros no tienen este problema. Fueron creados más del océano que cualquiera de nosotros, hechos con las mezclas más mortíferas de peces, con colas de tiburones y monstruos marinos. No desean interactuar con la tierra, ni siquiera con fines bélicos. Ellos existen, siempre, bajo el mar, donde son solitarios y disciplinados soldados de la guardia, o desenfrenadas criaturas que llevan una vida salvaje en los límites del océano.

Bajo la orden de la Reina del Mar, éstas son las criaturas con las que nos apareamos. Antes de ser arrojado a esta maldición, yo estaba comprometido con el Devorador de Carne. Los guerreros no tienen tiempo para nombres y otras tonterías, así que los llamamos por lo que son: Espectro, Desollador, Devorador de Carne. Mientras que las nereidas son peces por los cuatro costados, y ponen huevos para que sean fertilizados fuera de sus cuerpos, las sirenas no somos tan afortunadas. Debemos aparearnos. Y es la combinación de la brutalidad y el salvajismo de los tritones la que dignifica aún más nuestra raza asesina. Al menos, eso es lo que dice mi madre.

—Me alegra que el capitán haya aceptado que te quedaras —dice Changbin. Sacudo los pensamientos de mi hogar y la miro inquisitivamente.

—¿Por qué estarías contento?

—Tenemos que comenzar a superarlos en número.

—¿A quiénes?

—A los hombres mayores —dice—. Desde que nos redujimos a la tripulación mínima, hay demasiada testosterona a bordo.

Condenado [HyunMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora