Είκοσι επτά

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Seungmin

Llevo la lengua al corte en mi labio. Mis manos están aseguradas a una gran viga, y en el otro lado de la habitación, atado a un eje idéntico, Hyunjin se hunde en el suelo.

Se ve como el apuesto príncipe que es, centímetro a centímetro, incluso con la cabeza apoyada contra la madera astillada y la herida enmarañando su cabello. Su mandíbula palpita mientras duerme, y cuando sus ojos se agitan como si estuvieran a punto de abrirse, algo se engancha en mi pecho.

Él no despierta.

Su respiración es irregular, pero me sorprende incluso que esté respirando. Escuché el crujido cuando el mazo dio con la parte posterior de su cabeza. Un golpe cobarde. Hyunjin estaba ganando, y en sólo algunos minutos más, incluso sin ese cuchillo que tanto ama, habría matado a Tallis Rycroft. Con sus manos desnudas si hubiera tenido que hacerlo. Y yo habría ayudado.

Si tuviera mi canción, no la desperdiciaría en un hombre como Tallis. Dejaría que se ahogara conociendo el horror de la muerte, sin el consuelo de la belleza o el amor. Hyunjin tiene un ejército y deberíamos haber echado mano de él para atacar a Rycroft, pero el príncipe prefiere el engaño a la guerra.

Escabúllete limpiamente, dijo. Antes de que alguien pueda notar lo que hemos tomado.

Miro mis manos, manchadas con la sangre de Hyunjin. Esto no es escabullirse limpiamente. 

En el mar, las nereidas cantan canciones sobre humanos. Hay una que tararean como si fuera una canción de cuna, que narra la historia de la muerte de Keto. En ella, las nereidas hablan de la valentía humana y de cómo alcanzaron la victoria contra viento y marea, pero yo nunca había visto la valentía de un humano hasta que fui arrastrada a la nave de Hyunjin. Incluso los hombres más fuertes habían caído bajo mi hechizo, y aquéllos a los que no seduje estaban demasiado asustados para desafiarme. Hyunjin es diferente. Él tiene el valor, o la imprudencia enmascarada. Y también tiene misericordia, incluso para criaturas como Maeve, cuya vida tomó como última opción. No quería saborearlo, sólo quería terminar de una vez. Como yo lo hice con el príncipe de Kalokaíri. Con Crestell.

Me pregunto si yo pertenecería a esa clase asesinos si hubiera sido criada como humana. Misericordiosa y vacilante para hacer derramar sangre. O, tal vez, no habría sido siquiera una asesino, tan sólo un chico, como cualquier otra que haya caminado por el mundo. Keto creó nuestra raza en la guerra y el salvajismo, pero fueron las reinas del mar quienes retomaron su odio y lo convirtieron en nuestro legado. Reinas como mi madre, que enseñaron a sus hijas a ser guerreras sin alma.

La familia de Hyunjin le enseñó a ser algo más. El tipo de hombre dispuesto a poner a resguardo a una chica extraña y luchar contra un pirata tiránico en su lugar. La caballerosidad de la que solía burlarme me ha salvado la vida dos veces. ¿Es eso lo que significa ser humano? ¿Poner a alguien fuera de peligro y luchar en su lugar? Cada vez que yo protegí a Minho, la Reina del Mar me reprendió por mi debilidad y nos castigó a ambas para romper el vínculo entre nosotras. Pasé mi vida reflexionando cada gesto y acto para asegurarme de que no fuera visible en ninguna de las dos nuestro cariño. La reina me decía que eso me hacía inferior. Que las emociones humanas eran una maldición. Pero las emociones humanas de Hyunjin son lo que lo llevaron a salvarme. A ayudarme. A confiar en que yo haría lo mismo si llegara el momento.

Hyunjin se mueve y deja escapar un gemido bajo. Su cabeza cuelga y sus ojos se abren. Parpadea hacia su alrededor, y sólo le toma unos segundos advertir las ataduras en sus manos. Jala, en un intento a medias de liberarse, y luego levanta la cabeza hacia mí. Desde el otro lado de la habitación, veo su elegante mandíbula tensarse.

—¿Seungmin? —su voz es tan áspera como la arena. Debe ver la sangre, parece estar en todas partes, porque su siguiente pregunta es—: ¿Dónde estás herido?

Condenado [HyunMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora