Δεκαοκτώ

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Seungmin

Maeve se disuelve en la nada.

Matar a una sirena no es como matar a una nereida. Sus cuerpos podridos manchan el fondo del océano y sus esqueletos quedan entre los corales, mientras que nosotras nos disolvemos en aquello que nos formó. En el océano y la espuma y la sal de nuestras venas. Cuando nos vamos, no hay nada más que recordar.

Pensé que me alegraría cuando muriera Maeve, pero la batalla entre nuestra especie continúa y yo sólo ayudé a los humanos en su intento de masacrarnos. Por lo menos, el príncipe no sacó su corazón antes de matarla. Nunca he prestado atención a las leyendas, a menos que yo sea la leyenda de la que se discute, pero conozco las historias. Aquellas que advierten que a cualquier humano que posea el corazón de una sirena le será concedida inmunidad para nuestra canción. Se dice que por eso recurrimos a la espuma del mar cuando morimos, que no es una maldición que nos borremos del mundo, sino una bendición de Keto para garantizar que un ser humano nunca pueda tomar nuestros corazones.

Después de que desaparece Maeve, soy llevada bajo cubierta a una habitación sin ventanas que huele a anís y herrumbre. No hay paredes sino cortinas gruesas que cuelgan de un techo barnizado. Sus bordes húmedos tocan el piso, y mientras el barco atraviesa las olas, se balancean y revelan líneas interminables. De libros, armas y oro. Cada cortina tiene su propio secreto. En el centro hay un gran cubo hecho de vidrio negro. Es tan ancho como mi altura, con bisagras y tornillos de oro pesado. Del mismo material del broche de la anguila-nereida. Es una especie de prisión y no parece haber sido diseñada para humanos. O, si lo fue, está creada para el peor tipo.

En el reino de Keto, no mantenemos prisioneros. Traicionar a la Reina del Mar significa renunciar a tu vida, por lo que no tenemos más remedio que ser lo que mi madre dice que seamos. Diferir no ofrece segundas oportunidades; mi castigo es prueba de eso.

Me vuelvo hacia Hyunjin.

—¿Por qué estoy aquí abajo?

Con cada momento que pasa, adquiere más del océano. Una túnica de cuero marrón cuelga sobre su camisa, sujeta a la altura del cuello con una deshilachada cuerda negra. Sus piernas están formadas por pantalones y botas de media altura marrones que llegan a sus rodillas. Una correa cruza desde su hombro hasta su cintura, y de ella cuelga un gran alfanje. Su cuchillo está escondido detrás, lejos de ojos extraños. Aún puedo oler la sangre de Maeve en él.

—Pareces alguien de mundo —dice Hyunjin—. ¿No te imaginas por qué?

Detrás de él, Chan y Changbin son resueltos guardianes. Menos de un día en este barco y ya sé quiénes son los más confiables. Lo que significa que ya sé cuál es su mayor debilidad.

—Pensé que a los príncipes les gustaba salvar jóvenes en aprietos.

Hyunjin ríe y sus dientes brillan blancos contra su hermoso rostro.

—¿Eres un doncel ahora? —pregunta—. Es gracioso, porque no parecías serlo cuando intentabas arrancarme de tu camino para atacar a una sirena.

—Pensé que matar a las sirenas era lo que hacía la gente de este barco.

—Por lo general, no con nuestras propias manos.

—No todos necesitan cuchillos mágicos para que hagan el trabajo sucio por ellos.

—No todos pueden hablar psáriin —dice.

Mantengo una tímida sonrisa en mis labios, interpretando bien mi papel.

—Tengo talento para los idiomas.

—Tu midasán dice lo contrario.

—Tengo talento para los idiomas más interesantes —rectifico, y los ojos verdes de Hyunjin se entrecierran.

Condenado [HyunMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora