Είκοσι

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Hyunjin

En el palacio, siempre es difícil saber quién está en su sano juicio.

Me quedo solo en el vestíbulo y me ajusto el chaleco negro. Luzco principesco, que es exactamente lo que odio ser y, siempre, como la reina Galina me quiere ver. El sol de Eidýllio se desvaneció hace mucho rato y, con él, el cielo difuminado se ha atenuado a tonos de medianoche. Dentro del palacio, las paredes son de un rojo suave, pero a la luz de tantos candelabros parecen casi naranjas. Como sangre diluida.

Intento no tomar mi cuchillo.

La locura se mueve a una velocidad inhumana, y ni siquiera yo soy lo suficientemente rápido como para detenerla. Me siento inquieto en este lugar, sin mi tripulación a mi lado, pero traerlos significaría romper un pacto entre las familias reales del mundo. Dejarlos que entren en un secreto que nunca debería ser conocido, sobre todo entre los piratas. Entonces, en lugar de traer a mi tripulación, les mentí. Les he mentido a todos estos días. Historias contadas en un susurro de cuán mundana es la vida de un pirata a mi hermana. Un guiño cuando le platico a mi tripulación sobre la reina Galina y cómo me quiere ver a solas.

Sólo Chan conoce la verdad, que es el aspecto más favorable de ser el hijo de un diplomático que cualquiera de nosotros puede reconocer. Ser consciente de los secretos reales —o sacar los trapos sucios de los líderes del mundo para usarlos cuando sea conveniente— es algo en lo que el padre de Chan se especializa. Y Chan, que normalmente considera que eso es una paradoja de su linaje de clase alta, ha mantenido ese rasgo. Es lo único que heredó de su padre.

—¿Estás seguro de que no me quieres allí? —me preguntó camino a Serendipia.

Miré hacia atrás para ver si Seungmin todavía estaba parada en el centro de la plaza del mercado, pero había mucha gente y nos habíamos alejado muy rápido y ella era muy elusiva para destacarse entre la multitud.

—Necesito que la reina Galina confíe en mí —le dije—. Y tu presencia no ayudará.

—¿Por qué?

—Porque nadie confía en los diplomáticos.

Chan asinti como si fuera un argumento válido, y metió sus manos en los bolsillos.

—Aun así —dijo—, sería bueno para ti tener respaldo en caso de que a Galina no le guste tu plan para manipular su reino.

—Tu confianza en mí es conmovedora.

—Nada en contra de tu encanto —dijo—. Pero ¿en verdad crees que ella va a estar de acuerdo con tu plan?

—Todo lo que acabas de decir va directo en contra de mi encanto — golpeo su hombro con el mío—. De cualquier manera, vale la pena intentarlo. Si hay alguna esperanza de que la reina Galina pueda ayudarme a evitar una alianza matrimonial con alguien capaz de asesinarme mientras duermo, la tomaré.

—Dices eso como si Galina no fuera capaz de asesinarte cuando estás despierto.

Tenía razón, por supuesto. Chan posee el hábito de tener razón, en especial cuando se trata de mujeres peligrosas. Aun así, lo dejé atrás con los demás, porque a pesar de que es un buen refuerzo, no hay una posibilidad de que Galina permita entrar a un pirata a su palacio.

Miro mi camisa para comprobar que todos mis botones estén abrochados, sólo por si acaso —hay ciertos pecados que no serán tolerados—, y me yergo un poco más firme. Peino mi cabello hacia atrás con la mano. Ya echo de menos mi sombrero y mis botas y todo lo demás que mantiene al Saad conmigo incluso cuando la nave está anclada. Pero Galina realmente odia a los piratas.

Ella confía más en mí cuando puede ver al príncipe de oro en lugar de a un capitán del mar. Aunque hay muchas cosas que nunca entenderé sobre ella, ésa no es una de ellas. Apenas puedo confiar en mí mismo cuando tengo mi sombrero puesto.

Condenado [HyunMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora