Είκοσι πέντε

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Seungmin

Cuando me miro en el espejo, un extraño me devuelve la mirada. Él adopta mi nuevo aspecto de pirata y mi nueva humanidad —el rostro que el Devorador de Carne reclamó como suyo—, y frunce el ceño de una manera que destaca sus rasgos inocentes con un curioso surco profundo entre las cejas. Sus labios son finos y alisa con rudeza la arruga con la palma de su mano.

Mi piel está enrojecida por el sol y mi cabello está rígido por la brisa de agua salada. Avanzo y toco el vidrio con dedos espinosos, parpadeando rápidamente mientras asimilo esta versión de mí misma. Piernas y pies. Ojos, ambos del mismo color. Un corazón humano latiendo en algún lugar debajo de todo, listo para que lo tome mi madre.

En el reflejo, veo a Hyunjin. Está parado a mis espaldas con una expresión divertida, apoyado contra la puerta, con los brazos cruzados sobre su pecho. Él no dice nada, y seguimos mirándonos uno a otro a través del vidrio hasta que una sensación extraña me inunda, peor que el temor.

Pronto estaremos en Psémata, y eso significa que Págos no queda lejos. Luego, la Montaña de la Nube. El Segundo Ojo de Keto. La muerte segura de Hyunjin. Cada objetivo de mi engaño está tan perfectamente trazado que debería sentirme preparada. Pero no es así. Todos aquéllos a quienes voy a traicionar están muy cerca. Incluso mi madre podría estar mirando, y eso significa que hay una posibilidad de que descubra mi plan. Es un milagro que ella no lo hubiera sospechado antes, o que no haya escuchado lo rápido que latía mi corazón humano. Y luego está Hyunjin, quien me dio una espada en lugar de apuñalarme con ella, parado detrás de mí ahora. La misericordia que él practica y la lealtad que se ha ganado son ideales que mi madre quemaría para extirparlos de mí —porque la misericordia nunca es una opción, y la lealtad siempre se toma—, pero esas mismas emociones que mi madre dijo que me debilitarían parecen fortalecerlo. Es un guerrero, mi opuesto en todos los sentidos y, sin embargo, de alguna manera, tal vez sólo en la ferocidad nos parecemos.

En el espejo, Hyunjin continúa mirando. Frunzo el ceño cuando me doy cuenta de que le estoy dando la espalda. Nunca he sido capaz de darle la espalda a mi madre antes.

Giro para enfrentarlo.

—¿Qué? —pregunto.

—¿Ya terminaste de admirarte?

—Nunca —respondo, aunque, a decir verdad, me alegro de que me distraiga de mis pensamientos.

—Estamos a punto de atracar en Psémata. —Intenta recordar lo que te dije.

Como s pudiera olvidarlo. Lo que me dijo fue que mintiera. He tenido suficiente práctica para no pensar en ello como algo necesario, sino algo que siempre fue.

—Si Psémata es tan peligroso —pregunto—, ¿por qué nos detenemos allí?

—Porque necesitamos conseguir algo. —Le lanzo a Hyunjin una mirada escéptica.

—Quieres decir que tenemos que robar algo.

—Bien —dice—. Estás aprendiendo.

Lo sigo hacia la cubierta principal, donde la tripulación ya está reunida. Chan pone su espada en la correa sobre su pecho y desliza una pistola debajo de su abrigo. En lugar de ir a su lado, Hyunjin evita el contacto visual con su guardaespaldas, y decide quedarse conmigo. Chan tampoco se mueve para seguirlo como una sombra, de pronto preocupado por ajustarse el cuello de su abrigo.

—Uno pensaría que la tierra de las mentiras sería más indulgente en lo que respecta al robo —dice Changbin—. Pero al parecer no es así.

Le dirijo a Hyunjin una mirada mordaz.

—Robaste algo la última vez que estuviste aquí —digo—. ¿Y ahora vas a hacerlo otra vez?

—¿Quién dijo que fui yo quien robó algo la primera vez?

Condenado [HyunMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora