Είκοσι ένα

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Hyunjin

La niebla fluye por la ventana abierta, igual que las espirales del humo de los puros. Con ella viene el olor del amanecer, mientras el cielo de labios rosas apenas permanece escondido detrás de la línea del océano. El tiempo se pierde aquí, como no sucede en ningún otro lugar en el reino... o el mundo. El Serendipia existe en su propio reino, con personas que nunca podrían pertenecer realmente a ningún otro sitio. Negocia con traficantes, y atiende sólo a aquellos comerciantes que nunca podrían establecer sus puestos para ofrecer sus productos.

Jisung suelta un silbido bajo mientras reparte otra mano. Sus dedos pasan sobre las cartas, resbaladizas como mantequilla, y las desliza sobre la mesa en pilas perfectas junto a las monedas rojas. Cuando termina, Changbin toca su mazo inexpresivamente, como si las cartas en sí mismas no importaran, sólo lo que hace con ellas. Changbin cambia de opinión y nunca está contento con jugar la mano que le toca. Me gustaría decir que yo le enseñé eso, pero hay muchas cosas que Changbin se vio obligado a aprender antes de elegir el Saad. Cuando te secuestra una nave esclavista de Kléftes, aprendes rápidamente que, para sobrevivir, no puedes doblegarte ante el mundo: debes hacer que éste se doblegue ante ti.

Desafortunadamente para Changbin, su secreto es que no guarda en realidad ningún secreto. Él nunca está dispuesta a terminar de la misma manera en que comienza, y aunque eso significa que no puedo adivinar su mano como hago con la mayoría, saber que ella no se conforma hace que sea fácil adivinar cuáles serán sus siguientes jugadas.

Seungmin nos sigue con atención depredadora, con ojos penetrantes cada que una mano se mueve o una moneda cae desde lo alto de una pila. Podría asegurar que ve lo mismo que yo: si alguien se rasca la mejilla o traga con demasiada fuerza. Las pequeñas perlas de sudor y los labios crispados. La entonación cuando piden otra jarra de vino. Se da cuenta de todo. No sólo eso, sino que toma notas. Archivando sus secretos y lo que los delata, por alguna razón. Guardándolos de manera segura, tal vez, para usarlos después.

Cuando Chan coloca una torre de monedas rojas en el centro de la mesa, miro a Seungmin. Ella tuerce los labios un poco hacia la derecha, y aunque no puede ver sus cartas —no hay forma de que pueda—, conoce su mano. Y sabe que él está fanfarroneando.

Seungmin captura mi atención y cuando me descubre mirando, desvanece su sonrisa. Estoy enojado conmigo mismo por eso. Nunca soy lo suficientemente rápido cuando se trata de observar esos momentos el tiempo necesario para distinguirlos y ver cómo trabaja. Por qué trabaja. Desde qué ángulo está trabajando.

Empujo mis monedas hacia el centro de la mesa.

—Todo está muy callado por aquí —dice Changbin.

Toma el decantador de vino de la mesa y llena su vaso hasta que el rojo se derrama sobre sus bordes. Si Changbin es un buen tirador, es una bebedora aún mejor. En todos nuestros años juntos, nunca lo había visto perder el equilibrio después de una noche de copas.

Changbin sorbe el vino con cuidado, saboreando la cosecha de una manera que ninguno de nosotros habría imaginado. Me recuerda las lecciones de cata de vinos a las que mi padre me obligó a asistir como parte de mi entrenamiento real. Porque nada caracteriza al rey de Midas como saber distinguir un buen vino de un aguardiente destilado en una taberna de mala muerte.

—Canta "Costa de olas" —sugiere Jisung secamente—. Tal vez ahogue la luz del sol.

—Si votamos, "Cantinela de un poco de ron" servirá. En realidad, cualquier cosa con ron.

—Tú no tienes voto —le dice Changbin a Chan, y luego me mira con el ceño fruncido—. ¿Capi?

Me encojo de hombros.

Condenado [HyunMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora