Είκοσι έξι

62 8 0
                                    

Hyunjin

El robo es algo que dominé por primera vez cuando tenía dieciséis años y pasé la mayor parte del año en la isla norte de Kléftes. Todo era nuevo y eso era lo que podía hacer para no suplicar a todos los que conocí por un pedazo de su historia. Una habilidad o una historia que sólo ellos conocieran. Yo lo quería todo.

Mi tripulación era apenas una tripulación y yo era apenas un hombre, mucho menos un pirata. Después de Chan, Jisung fue uno de los primeros hombres que recluté, y con su incorporación, mi padre insistió en que buscara un barco capaz de la tarea que me había propuesto, mientras yo insistía en algo que era más un arma que un bote.

Obtuve la lealtad inquebrantable de Jisung en su tierra natal, Ánthrakas, donde las minas corren profundas y el carbón viaja a través del viento en una canción. Pero a pesar de que era diestro con una pistola y aún mejor con una espada, ni siquiera él tenía el estómago para la fuerza bruta que se necesitaba para matar una sirena. Y a medida que pasaban los días, descubrí que me pasaba lo mismo. Necesitaba ser más ágil.

Kléftes cría ladrones, pero más que eso, genera fantasmas. Hombres y mujeres comerciados como ganado, criados para ser demonios y asesinos y cualquier otra cosa que demanden sus amos. Sujetos a los caprichos de los esclavistas que antes venderían a su propia gente que perder una baratija. Están entrenados para ser tan invisibles como mortales, capaces de pasar inadvertidos durante la noche y llevar a cabo actos que nunca se podrían hacer a la luz del día.

Quería aprender de ellos y, un día, cuando se me impuso el manto de rey, les infligí el mismo sufrimiento que ellos infligían al mundo. Las sirenas no eran el único enemigo. Los humanos podrían ser igual de demoniacos, y me sorprendía que mi padre y los otros reinos no se hubieran unido para hacer la guerra a Kléftes. ¿De qué serviría un tratado de paz global si los reinos se estuvieran atacando a sí mismos?

Por supuesto, Changbin cambió eso. Cuando entré en Kléftes y la vi — tatuada y sangrando por tantas heridas que resultaba difícil distinguir su rostro—, me di cuenta de que algunas cosas no podían ser reparadas. En un mundo que cría asesinos tan fácilmente como el nuestro, lo mejor que podía esperar era hacerlos míos. Los asesinos no podían revertir la muerte, pero podían encontrar nuevas presas. Podrían encontrar un tipo diferente de dolor para infligir.

Miro al Xaprár mientras preparan su barco para zarpar. Son ladrones de Kléftes conocidos por espiar dentro de los reinos y marcharse con las joyas más preciadas. Maestros del disfraz que han robado sus reliquias a tantos miembros de la realeza como para contarlas. Serían leyenda si no fueran tan vilipendiados por las familias gobernantes. Sería bastante sencillo declarar una recompensa por sus cabezas, pero nadie sería lo suficientemente valiente para intentarlo. Ir tras uno de los Xaprár sería como perseguir a un miembro del Saad. Eso significa que sería un suicidio. Sin mencionar que los Xaprár son buenos para robar a la realeza, pero aún mejores para robar para la realeza. Ladrones a sueldo a quienes la mayoría de las familias no se atreven a contrariar, por miedo a necesitar algún día de sus servicios.

Por fortuna, yo no tengo ese temor.

Observo a Tallis Rycroft vagar en la base de los poderosos escalones del muelle. Cuenta su botín descaradamente, con dedos hábiles y veloces, acostumbrados durante años a no ganarse nada y tomarlo todo.

No soy de los que escuchan las historias que se filtran en nuestro mundo como granos de sal a través de las manos abiertas, pero hay algo en Rycroft que siempre me ha sacado de quicio. Es dueño de un barco de esclavos en la isla del norte. No estoy seguro de cuál, y sé que es poco probable que sea el mismo buque en el que Changbin se vio obligado a asesinar para escapar, pero no hay un miembro de mi tripulación que no se irrite con la sola mención de su nombre. La política prevalece, sin embargo, y declarar una disputa con el Xaprár no valdría la pena.

Condenado [HyunMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora