23. La pregunta.

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—Tienes que estar jodiéndome —anuncia Simón dos minutos después de que le explicara todo lo que ha ocurrido, en mi cuarto; y teniendo en cuenta que las paredes no son aprueba de sonido, Sergio debió haber escuchado todo

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—Tienes que estar jodiéndome —anuncia Simón dos minutos después de que le explicara todo lo que ha ocurrido, en mi cuarto; y teniendo en cuenta que las paredes no son aprueba de sonido, Sergio debió haber escuchado todo.

—No me lo pregunto, lo estaba por hacer, pero... —Un estruendo me interrumpe y ambos corremos a la sala de estar. Allí están Edison y Sergio.

Miranda no está por ningún lado, aunque mi ex está siendo casi ahorcado por mi novio contra la pared mientras que la mesa del living está dada vuelta y la caja con el anillo se encuentra en el poder de Edison.

— ¿Cariño? —Las palabras se escapan de mi boca, colocando una mano en el hombro del hombre que amo. Él me mira de reojo—. Sergio sabe que jamás le hubiera dicho que sí.

Él asiente, y despacio, lo suelta. Mi ex me mira con los ojos agradecidos, pero no me detengo mucho; tomo la caja y la choco con su pecho, espero que la agarre para dejarlo ir y mostrarle la salida.

—Siempre seré tu amiga, porque realmente creo que no deberíamos odiarnos. Nuestra relación fue buena, mientras estuvimos juntos, pero no hay nada más —digo sin dejar el contacto físico con Edison—. Por respeto, espero que esperes unos meses en presentarte a las reuniones que tengo con los chicos, si es que quieres mantener la amistad. Edison promete no intentar matarte.

—Si traes una novia, sería mejor. Sofía está conmigo, y no pienso cagarla —agrega rodeándome la cintura con una mano.

—Te quise mucho y no lo supe hasta que estuve en Alemania. No hay palabras para decir lo mucho que lamento haberte dejado ir, pero tienes razón. No debías haberme esperado y admiro mucho en la mujer que te has convertido. Hablaremos luego, cuando las cosas se calmen —dice respondiéndonos. Nos saluda con la mano antes de irse.

Simón silba, sentándose en el sofá; no sin antes enderezar la mesa.

— ¿Viste ese anillo? ¿La marca? ¿Baccarat? Muy caro, tía.

—Oh cállate, no hizo la pregunta y la respuesta hubiera sido la misma, estuviera o no Edison conmigo.

— ¿Qué tipo de anillo te hubiera gustado que sea?

—Ninguno, si viene de un ex —digo colocándome al lado de Simón, quien ve nuestro intercambio con una sonrisa socarrona en la cara.

— ¿Si viene de mí?

—No sé, salimos hace unos meses, Edison. Un anillo... es demasiado pronto.

—Opino lo mismo, solo quería saber para cual anillo ir ahorrando —contesta arremangándose las mangas de su camisa—, ¿y?

—Un Cartier, sencillo, plateado, no dorado y tienes que tener tú también un anillo de compromiso —contesto cruzándome de brazos—; es injusto que solo la mujer tenga, y sea como una muestra de que está "reclamada" por un hombre.

Cigarros para un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora