25. León.

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SIMÓN

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SIMÓN

— ¡¿Qué haces acá?! ¿Estás enfermo? ¡No tienes ni un derecho en pisar este hospital! ¡Hijo de perra, asqueroso, infeliz! ¡¿Qué te hizo ella, eh?!

Aprieto mi agarre en la camisa de mi ex padrastro, y segunda persona más detestable de este universo. Luego de ver a papá, quien fue el primero en salir de cirugía, y escuchar sus patéticas excusas, me dijo que quien le había dado la idea de seguir a mi tía fue él: Roberto.

Unas manos me sostienen de los hombros, pero sé que no son de Edison. Él ni siquiera quiso estar acá porque admitió que ver a mi papá haría que sus instintos lo mandaran a la cárcel.

—Cariño, no vale la pena. —La voz de mi mamá me sacude y aflojo mis puños. Los policías detrás de ella, se adelantan y aprenden a mi papá—. Escucharon lo que te dijo Iván, van a cuestionarlo.

—Ellos... mi papá, ¿mamá? —Mis palabras no hacen ninguna oración, porque siento el shock del momento irse y todas las emociones logran tirarme al piso. Casi arrastro a mi mamá, pero ella se arrodilla a mi lado y me sostiene—. ¿Cómo llegaron acá? ¿La tía, ella está...?

—No, Sofía está saliendo de la cirugía. Dijeron que costo, pero lograron bajar la hinchazón del cerebro y controlar la hemorragia. Hay que ver cómo reacciona desde ahora.

— ¿Cuál es el peor resultado?

—No pensemos en eso, ¿sí? No dejemos que Iván y Roberto ganen —contesta acariciando mi espalda. Su otra mano sostiene su estómago, no tan plano y yo arrimo mi mano también—. Es un nene.

— ¿Voy a tener un hermanito? ¿Y Mariella, dónde está? —Intento levantarme, de pronto con ansiedad por saber dónde está mi hermana. Sara me detiene y logra que respire tranquilo de nuevo.

—Está con Edison y los chicos. Ben fue quien nos trajo, ya que es el único qué está manteniendo los ánimos por ahora.

≫Sé que hay mucho por hablar, sobre todo por cómo te deje con Sofía. Y todo esto, pero ahora quiero ir a ver a mi hermana y llamar al abuelo, ¿sí?

—Me gustaría, mamá, decirte que no es tu culpa. Y en teoría no lo es pero... ¿por qué te fuiste?

—Porque Sofía y yo estamos acostumbradas a irnos. A escapar. Rasgo característico de nuestra familia, créeme. Y sé que estas molesto —dice colocando una mano en mi pecho, mi corazón late fuerte y trato de negarlo—; no me mientras, Simón. Puede ser que no fui la mejor madre, pero te parí y sé que estas mintiendo. Tienes todo el derecho de resentirme, al igual que Sofía y hasta Mariella. No hay razones ni excusas para no hacerlo, y nunca quiero que sientas que debes excusarme. Soy tu madre, biológicamente, pero esto me ha demostrado que nunca me gane el título; porque lo ha tenido Sofía todo este tiempo. Y es tiempo de aceptarlo.

Sus palabras llegan a lo profundo de mi corazón y asiento. Desde que tengo memoria, la persona más estable siempre fue Sofía. Ella me traía del colegio, me daba la merienda, me escuchaba, me preguntaba cómo fue mi día, me abrazaba cuando me sentía mal y era mi confidente. Toda mi adolescencia, ella era la persona a la que fui por consejos.

Cigarros para un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora