16. No, ¿quieres, no sé, quemarlos?

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— ¿Sabes que eres toda una visión, verdad? —Un Edison sin camisa me saluda desde la puerta de su habitación, usando unos jogging negros deportivos y una sonrisa que me contagia con tanta facilidad—

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— ¿Sabes que eres toda una visión, verdad? —Un Edison sin camisa me saluda desde la puerta de su habitación, usando unos jogging negros deportivos y una sonrisa que me contagia con tanta facilidad—. Eres toda una obra majestuosa.

—Tú no estás nada mal —contesto desperezándome despacio, bostezo ocultándome con mi antebrazo y me siento con la espalda apoyada al respaldo de la cama—; ¿vienes con desayuno incluido o no, profesor?

—Sí, hay café, tostadas y creo que galletitas dulces. Pero no sabía...

—Ey, no, no deberías traérmelo a la cama —digo sacudiendo las manos cuando lo veo dudar un poco. Le sonrío para tranquilizarlo—; pensemos en las migas y lo sucio que quedaría la cama —concluyo con una mueca.

—Tiene razón, señorita García. Mucha razón.

Él se acerca a la cama y con sus brazos sosteniendo la mayoría de su peso, me besa pausado, como si estuviera construyendo el momento de paso. El beso es profundo, dice muchas cosas que tal vez no estamos listos para decir en otras formas; le siguen pequeños besos cortos, algunos húmedos, otros con mordiscos. Paso mis manos y uñas por su espalda, la cual debo aceptar que está muy bien marcada. Y si sigo pensando en su cuerpo, no consiguiere mi desayuno de alimentos.

Consigo vestirme con una de sus remeras, la cual no me queda súper grande ni pequeña, y mis calzas negras de ayer. Es un momento simple que me hace sonrojar sin notarlo, vamos de la mano y él me la besa cuando me deja sentarme en uno de los bancos de la mesada.

— ¿Olliver vendrá temprano?

—Tal vez, no me han mandado un mensaje —dice sonriendo de costado, apoya sus antebrazos en la mesada y me mira mientras tomo una de las tostadas—; ¿te molestaría conocerlo hoy?

— ¿Pregunta curiosa? —Él asiente; gano un poco de tiempo masticando un pedazo pequeño y mirando al techo—. No. Creo que estaré nerviosa tanto si lo planeamos como que no, pero me gustaría hacerlo. Mucho.

—Olliver es especial. Su madre, Miranda, lo tuvo porque en ese momento ambos queríamos lo mismo; pero cuando cumplió los dos años, consiguió el trabajo de su sueño y le dije que lo tomara. Ella había estado muy ocupada con nuestro hijo, mientras que yo tuve mi momento con mi carrera, —dice explicando todo de a poco, lo veo pelear con las palabras. Extiendo una de mis manos y él la agarra como un salvavidas—; al volver al trabajo, ella simplemente se perdió en él. Amaba, y ama, su trabajo más de lo que amaba a Olliver. En el momento en que lo note, ambos tuvimos una conversación dolorosa para ambos; ella no quería dejar su libertad encontrada, al mismo tiempo que no quería lastimarnos y esas dos cosas parecían no combinar. Así que ella decidió retirarse, seguimos compartiendo custodia, pero tengo un permiso firmado de ella especial para cuando necesito viajar con Olliver. Y luego se fue.

—No hagas eso, no lo hagas sonar como algo que no te afecta, Edison.

—Me dolió, Dios, dolió. Por mucho tiempo lo hizo constantemente y todos los días. Pero tuve que avanzar, y mis padres han sido una salvación.

Cigarros para un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora