—Tienes que estas jodiéndome —murmuro para mí misma mientras miro a mi ex cuñado, Iván Alonso, afuera de mi puerta. Agradezco que Simón no esté en la casa y que se haya ido a una fiesta con unos compañeros.
De reojo veo a Lorena y Ana mostrarme sus celulares, asiento lo más casual que puedo para que vean que las entiendo y se encierran en mi cuarto. No quiero que les pase nada, y lo mejor que pueden hacer es llamar a Miguel y Edison.
—Hola, Sofía. Tanto tiempo, perdón por venir sin avisar, pero como mi hijo se queda contigo; pensé que no sería un problema, ¿me dejas pasar?
—No, no te dejo pasar. Tu hijo no está aquí ahora, puedes intentarlo más tarde o mejor nunca. Antes no ha sido un problema para ti.
—Ah, cómo olvidar tus garras de gata que tanto me gustaban, no como tu hermana que era mucho hablar y poca acción —responde guiñándome un ojo. Ruedo los míos y lo empujó hacia atrás, cerrando la puerta—. Necesito que me digas dónde se queda Sara.
—No lo sé, ella me ha dejado con Simón y se llevó a Mariella, no sé más.
—Tengo derecho a saber dónde está la mujer embarazada de mi hijo o hija, Roberto tiene derecho a saber dónde está su hija; tienes que ayudarnos.
—Has hecho la vida de mi familia imposible desde que tengo memoria, ¿crees, de verdad, que te debo algo? ¿Y qué tiene que ver Roberto? ¿Ahora son amigos? ¿¡Amigos!?
—No diría que somos amigos, pero...
—Son unos idiotas, inútiles que han arruinado la vida de mi hija mayor, pero no dejare que hagan lo mismo con mi hija menor —contesta mi papá, desde atrás de Iván, y yo le sonrío cruzándome de brazos. Él me imita—. Iván.
—Carlos, ya sabía que me extrañabas.
—Ya quisieras, idiota n°1. ¿Dónde está el otro? —Papá se irguió completamente, quedando más alto que Iván, quien retrocedió un paso—. Fue un error dejar que le des el apellido a mi nieto, porque él no necesito nada de ti; como tampoco lo va a necesitar mi nieta o nieto que lleva Sara. Así que puedes irte por dónde has venido.
—No sin que Sofía me conteste. —Iván toma uno de mis brazos y lo aprieta; hago una mueca, pero no deja escapar ni un sonido—. Merezco saberlo.
—No mereces una mierda —digo con los dientes apretados, moviéndome rápido le clavo mis dos dedos en los ojos de Iván, haciendo que me suelte y se tambalee—; y jamás vuelvas a ponerme una mano encima.
Dos pares de pasos suenan por las escaleras y Edison corre hacia mí; mientras que Miguel lo sigue aunque más calmado. Ambos tienen una mirada intensa que raya lo asesino.
— ¿Estás bien? —Susurra Edison en mi oído y asiento.
Iván apoyado en la pared parece costarle enfocar la vista, pero cuando se da cuenta que lo superamos en número, sonríe para sí.
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Cigarros para un corazón roto
Chick-Lit¿Cómo se puede curar un corazón roto? Pues, déjame decirte, que por años he creído que los cigarrillos curarían todas las heridas profundas. Siendo la hija menor perfecta, notas sobresalientes y una vida estable; siempre he vivido bajo la sombra caó...